Iker ZURRO
Periodista
KOLABORAZIOA

«No me suena bien»; la rana y el escorpión

Desde aquel «hay que ser socialista antes que marxista» de González a la «geometría variable» de Sánchez, el socialdemocrático PSOE paso de colocarse tras la pancarta de «askatasuna» en Iruña, tener grupo socialista vasco en el Parlamento del Estado o declararse contrario al ingreso en la alianza atlántica a la creación de los GAL, separar la agrupación navarra de la vasca para diluir ambas o entrar hasta la cocina de la OTAN. El PSOE ejerció de adormidera política de la clase trabajadora, fagocitando, a medida que se derechizaba, a toda organización a su izquierda o a cualquier escisión producida en el PCE, poniendo de paso en vigilia cualquier veleidad reivindicativa no solo en su sindicato hermano, UGT, sino también de CCOO, o apropiándose de unas siglas, algún cuadro y menos militantes de la extinta Euskadiko Ezkerra.

La clase obrera, mayoritaria en cualquier Estado, país o nación del mundo, es incapaz ya de distinguir a una socialdemocracia que parece avergonzarse de cualquier tímido avance que vaya más allá de las políticas liberal-progresistas que pone en práctica una vez alcanzado el poder y acaba engrosando las cifras de abstencionistas cuando no sumando su voto a cualquiera de las derechas que ven como es abonado su campo de acción. Liberales que abrazan el conservadurismo pero con un traje de corte más moderno y unas corbatas más llamativas, conservadores que se diluyen en sus marcas más oscuras y extremas, ese neofascismo que pone sobre la mesa el recorte de unos derechos siempre conquistados con un elevado coste y nunca regalados, derechas que consiguen controlar los medios de comunicación hasta hacer nauseabunda la profesión periodística, que convierte a muchos de estos en hooligans aventajados de esos partidos que ven comunismo en cuanto salen de casa.

Y una izquierda que, salvo excepciones soberanistas, no es capaz de presentar una alternativa a todo esto, o que teniéndola no sabe transmitirla al electorado, algunas de ellas en Europa andan tan perdidas que incluso abrazan el militarismo en aras de la paz, como si eso no fuera un oxímoron, para conseguir la paz prepara la guerra... «OTAN, de entrada, No». ¿Les suena?

Ahora, sumidos en un pragmatismo comprensible que me cuesta compartir, con la máxima de que lo que vendría sería peor, dan lecciones los menos indicados. Javier Lambán arremete contra la «Vía Pirenaica» del soberanismo vasco y catalán y ejerce de telonero del repetido show de Felipe González, al que no le «suena bien» el acuerdo alcanzado entre EH Bildu y el PSOE sobre la Ley de Memoria Democrática, yo añadiría que a Felipe González no le suena bien nada que no diga él. Cuarenta años de aquel “Por el Cambio” para que nada cambiara salvo ellos, como para fiarse. O como dijo el escorpión a la rana: ¡es mi condición!