EDITORIALA

No se puede dejar el futuro del mundo en manos de la inercia

Comienza un nuevo curso político que estará marcado por las crisis coyunturales generales -de energía, inflación y guerra, con riesgos de colapsos en varias áreas- y por las estructurales -emergencia climática y viabilidad del sistema capitalista y patriarcal, con un fuerte choque entre autoritarismo y emancipación-. Este curso habrá elecciones aquí, cómo mínimo navarras, forales y municipales. Lo condicionarán todo, desde el número de obras públicas que se inauguren y la deuda que se deje de amortizar hasta la representación de acuerdos y desacuerdos entre partidos.

Los territorios vascos que ha marcado la partición se verán afectados de manera similar por las crisis generales, pero tienen equilibrios de poder y agendas particulares que se renuevan en los comicios.

Antes de repasar brevemente qué energía transmite cada una de esas partes de Euskal Herria, un apunte: la partición resta eficiencia. En este contexto, generar sinergias debería ser una prioridad para las fuerzas que creen que aquí existen un país, una sociedad, una cultura con vínculos significativos, y que merecen ser defendidas y desarrolladas.

Fuerte carga eléctrica, por ahora contenida

Nafarroa es donde hay más en juego en clave política en este curso. Hay elecciones al Parlamento y a los ayuntamientos. Nada indica que vaya a haber cambios revolucionarios, pero puede haber sorpresas, y en gran parte dependerá de lo que haga cada fuerza en los meses que vienen. Luego vendrá la aritmética, pero las prioridades, los intereses cruzados y las opciones están claras en las diferentes instituciones.

Una mayoría de la ciudadanía navarra no quiere que la derecha y los reaccionarios recuperen el poder institucional. Progresistas y abertzales deben articular ese mandato como alternativa constructiva.

Una dinámica virtuosa

Sin dejar de lado los diferentes proyectos que tiene cada fuerza, la sociedad civil y la clase política de Ipar Euskal Herria han comprobado que una agenda común en cuestiones de derechos humanos, desarrollo y cultura genera energía y cohesión. La base es el territorio y la búsqueda compartida de soluciones.

Este verano, con el bloqueo para defender la libertad de los presos, han demostrado de lo que son capaces. Seguro que no es sencillo, pero el resultado es ejemplar y esperanzador, y marca un camino.

El piloto de batería baja, encendido

El Gobierno de Urkullu parece cansado y sin ideas. PNV y PSOE se juegan mucho en primavera y están muy condicionados por unos líderes que muestran síntomas de agotamiento y falta de claridad. Son, eso sí, supervivientes con voluntad de perdurar.

La fuerza de los partidos será determinante en las elecciones. El dopaje institucional es una gran ventaja, pero hay que trabajar duro y acertar en las decisiones y momentos clave. Esta es una época muy distinta a la del siglo pasado, pero la militancia política -el compromiso, los valores, la disciplina y la dirección-, son la única energía capaz de cambiar las cosas.

Un mundo que sigue girando, a veces del revés

Las coyunturas estatales y continentales seguirán impactando fuertemente sobre la actividad política vasca. Europa sigue con su apuesta decadente y pondrá en riesgo el bienestar de su ciudadanía. Debería empezar por liderar una solución negociada a la guerra en Ucrania. Habrá que exigírselo.

Por pura economía, París debería quitarse de encima problemas y atender a las demandas vascas. Se verá el 22 de este mes, cuando se decida qué pasa con los presos que llevan 32 años en la cárcel. El Estado español entra en un ciclo político complicado, con elecciones antes o después, y la amenaza de la ultraderecha más explícita que nunca. Habrá que prepararse para diferentes escenarios, algunos muy malos.

Chile vota hoy para cambiar la Constitución que Augusto Pinochet instauró en 1980. Pocos meses después de votar por un Gobierno de cambio y progreso, de pararle los pies al fascismo, el pueblo chileno corre el riesgo de malgastar esta oportunidad. El mundo justo espera que logren aprobar la nueva Constitución pero está claro que con la inercia no basta. Si no lo logran, tendrán que levantarse y volver a intentarlo, con toda la energía militante que sean capaces de reunir. Para eso no existe alternativa.