La reina Isabel II de Inglaterra falleció ayer los 96 años y tras un reinado sin precedentes de más de 70 años. El estado de salud de la monarca había empeorado en los últimos meses, lo que motivó sus reiteradas ausencias en actos especialmente simbólicos. En su último acto público, el pasado martes recibió a la nueva primera ministra, Liz Truss, en la residencia de Balmoral (Escocia), en lugar de en el Palacio de Buckingham como era tradición.

La muerte de la reina puso en marcha las operaciones ‘London Bridge’ y ‘Unicornio’, que desde 1960 diseñan al detalle los preparativos para este día. La llamada ‘Operación Unicornio’ marca los pasos a seguir en Escocia para trasladar el cadáver de la jefa de Estado a la capital británica, donde se oficiaría su funeral.

Edward Young, secretario privado de la reina y el principal encargado de organizar su sucesión, fue la primera persona en recibir la noticia y en avisar a la primera ministra, con la frase: «London Bridge is Down» («Ha caído el Puente de Londres»).

El Centro de Respuesta Global del Foreign Office trasladó luego la noticia a los 15 Gobiernos donde la monarca era jefa de Estado, y a las otras 38 naciones de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth).

La operación ‘London Bridge’ contempla los eventos que se sucederían en los próximos diez días, como una gira de cuatro días por toda la nación a cargo del nuevo rey, en la que visitará Edimburgo, Belfast y Cardiff.

También prevé el traslado del ataúd a Westminster Hall, donde yacerá durante cuatro días hasta que llegue el momento de la procesión desde Buckingham y el funeral en el décimo día.

Con una exorbitante fortuna, Isabel II se convirtió en 2016 en la reina y jefa de Estado viva con más años de reinado, en los que ha vivido la II Guerra Mundial; ha contado con 15 primeros ministros y ha sancionado la entrada de Reino Unido en la Comunidad Económica Europea y luego la salida de la Unión Europea.

También ha presenciado las últimas fases de la desmembración del Imperio Británico, aunque no ha llegado a ver la pérdida de una parte clave su reino, Escocia, cuyo referéndum de independencia le forzó a romper su impuesta neutralidad para pedir «reflexión» a los británicos.

La reina de la dinastía Windsor, de origen alemán, llegó al trono en febrero de 1952, tras el fallecimiento de su padre, Jorge VI, que había asumido la Corona por la abdicación de su hermano.

Solventó los problemas internos de una familia real muy profesionalizada que, gracias a su equipo de buenos publicistas, mantuvo la popularidad entre los británicos y logró aplacar la ola de indignación en su contra que siguió a la muerte de Diana de Gales en 1997, con campañas dirigidas a presentar a los Windsor bajo un prisma de modernidad.

Carlos III hereda una monarquía con apoyo a la baja

En el momento de la muerte de la monarca, el príncipe Carlos, de 73 años, se convirtió inmediatamente en el rey Carlos III, aunque será coronado en una ceremonia con toda su pompa. Isabel II nunca dio señales de abdicar en favor de su hijo. Frente a la fama de la reina, que nunca concedió una entrevista, de no expresar sus opiniones, más allá de la alusión a «pensarlo bien» en el referéndum de independencia de Escocia, el empeño de Carlos por opinar de muchas cosas, desde la arquitectura hasta la «medicina alternativa», augura un reinado muy diferente y más sometido a críticas. Aunque, por el momento, los sondeos no indican que los británicos deseen un cambio constitucional, el apoyo a la corona ha bajado de un 75% en 2021 a un 62% en 2022, según la última encuesta realizada por YouGov. Más de un quinto de los encuestados prefieren un jefe de Estado elegido democráticamente. GARA