Josu MONTERO
Escritor y crítico

Impertinencia

Ya hace veinte años Santiago Auserón ponía el dedo en la llaga del soma digital y en “Agujero en la red” se preguntaba irónico: “Para qué empeñarse en luchar / cuando tienes en la mano / tu bienestar” o “Para qué obstinarse en soñar / si la red es cuanto puedes / imaginar”. Me he acordado de Juan Perro leyendo a la filósofa y activista Marina Garcés; en “Malas compañías” afirma que las redes han alimentado la hipertrofia del yo: “El yo es el único mundo posible en una sociedad incierta que imposibilita los lugares comunes”. Escribe Garcés sobre esa perfecta paradoja tan bien construida cuyo fin es acabar con el yo social. Por un lado una sociedad de la inseguridad -laboral, económica, política, existencial-, en la que constantemente se nos habla, y hablamos, de cosas que nos dan miedo, en la que todo es una amenaza: una nueva intemperie. Y por otra parte nos crean, y creamos, privadas ficciones de seguridad y de libertad: las pantallas -como cantaba Auserón- o la domesticidad, la república independiente y aislada de tu casa en la que estamos a salvo de la hostilidad social; o como afirma también Garcés “modelos de ciudades que encubren su violencia con un discurso aparentemente diverso, acogedor, múltiple, cultural, colorista: idea de ciudad feliz y de escaparate”. ¿Cómo no acordarnos de nuestras idílicas y turísticas urbes? En este compendio de afilados ensayos que es “Malas compañías”, Garcés arremete asimismo contra la ilusión de la libertad, tan central en nuestra sociedad capitalista: “No hay nadie que sea realmente libre, sólo la impertinencia de saberlo”.