Dabid LAZKANOITURBURU
GALARDÓN A ACTIVISTAS SOCIALES RUSOS, UCRANIANOS Y BIELORRUSOS

Nobel de la Paz contra la guerra a Ucrania

Esta vez no ha habido sorpresas. Las quinielas ya apuntaban que el Comité Noruego del Nobel de la Paz tendría la guerra a Ucrania en el punto de mira. Ha premiado a activistas y grupos de defensa de los derechos humanos en el país que sufre la invasión, en Rusia y en Bielorrusia. Un claro mensaje contra el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo y apadrinado, el bielorruso Aleksandr Lukashenko.

(Gavriil GRIGOROV | AFP)

Había, sí, otras apuestas, como la de laurear a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lleva ya tres ediciones señalada por su «guerra» contra la pandemia. Pero estaba claro que la guerra cruda, la de verdad y que sacude otra vez a Europa desde los 90 con la guerra de Bosnia, iba a estar en el centro de los debates en torno al galardón.

Al punto de que el propio presidente ucraniano, el mediático Volodimyr Zelensky, figuraba entre los favoritos.

Otorgar el Nobel de la Paz al comandante en jefe de un ejército, el ucraniano, en guerra -independientemente del debate sobre su inicio y responsabilidades y de la opinión que nos merezca el personaje-, y que se presenta todos los días con una camiseta caqui para arengar a sus tropas, habría supuesto una contradicción en origen, como la que supuso otorgárselo como una suerte de premio «de bienvenida» a Barack Obama en 2009, cuando llegó al poder.

Tras abandonarlo, en 2017, el primer presidente negro se convirtió en el único inquilino de la Casa Blanca en presidir sus dos mandatos sin un solo día sin guerra.

En esta edición del 2022, el Comité Noruego mantiene señalada a la Rusia de Putin y su decisión de invadir Ucrania.

Y lo hace en tres escenarios y dos planos, premiando el activismo civil en Ucrania, Rusia y Bielorrusia.

Premia al Centro para las Libertades Civiles en Ucrania, surgido en 2007 para promover la democracia y la defensa de los derechos humanos, y que durante estos meses ha trabajado para identificar y documentar los presuntos crímenes de guerra rusos..

Comparte el premio la ONG rusa Memorial, que se significó a la hora de denunciar los crímenes de guerra rusos en las dos guerras chechenas y que habría hecho lo propio en Ucrania si no hubiera sido declarada «agente extranjero» y clausurada a finales de 2021.

Memorial fue fundada en 1987, en pleno declive soviético, por activistas como Andrei Sajarov, que ya había sido reconocido previamente con el premio Nobel de la Paz. Su objetivo fundacional fue documentar los crímenes de estado en la URSS, sobre todo en la época estalinista.

El Nobel reconoce individualmente al activista bielorruso Ales Bialiatski, abogado que comenzó su activismo en la década de los ochenta y fundó en 1996 la organización «Viasna» como contrapeso a las tendencias autoritarias del régimen del «eterno» presidente Alexander Lukashenko.

Bialiatski estuvo ya preso entre 2011 y 2014, y fue reencarcelado tras la revuelta popular de 2020 en protesta por el pucherazo electoral de Lukashenko. Dos años después, sigue en prisión preventiva.

El galardón a Bialiatski, saludado por la líder opositora bielorrusa en el exilio, Svetlana Tijanovskaya, tiene como segundo y paralelo objetivo a Lukashenko, quien, tras unos años de difícil equilibrio entre sus guiños a Occidente y las presiones de Rusia para mantener a Bielorrusia («Rusia Blanca») bajo su férula, se ha entregado a Moscú para blindar su supervivencial.

Llegamos al doble plano que cierra el círculo.

El Comité Noruego apunta asimismo al único dirigente europeo que, a regañadientes, apoya abiertamente las aspiraciones neoimperiales de Rusia.

El Comité Noruego negó que el premio vaya «contra nadie», y que sea un «regalo de cumpleaños» a Putin, que cumplía ayer 70, y situó su decisión en la condena de la represión de la disidencia en Bielorrusia y en Rusia, agudizada desde el inicio de la invasión en la vecina Ucrania.

La OTAN, la UE y el presidente francés, Emmanuel Macron, se felicitaron por su elección. Un día después de que el Kremlin llamara a consultas al embajador francés en Moscú Pierre Lévy para denunciar el suministro de armamento galo a Ucrania.

Mientras, el mismo día en que se anunciaba su galardón, un juzgado de Moscú abría un proceso contra Memorial para requisarle sus últimos locales.

Y Putin recibía los parabienes de las élites políticas, económicas y religiosas rusas. «Dios os ha puesto en el poder», loaba el patriarca ortodoxo Kirill a quien presidió ayer una cumbre informal de la Comunidad de Estados Independientes (sic), que agrupa a las exrepúblicas soviéticas dependientes de Moscú.

Y de Ucrania le llegaba un «presente». El anuncio, por parte de las milicias pro-rusas de Donetsk de avances alrededor de la localidad de Bajmut en lo que, si se confirma, sería la primera pequeña «buena nueva» para Putin tras mes y seis días de exitosa contraofensiva ucraniana.