Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevue
SANTIAGO MITRE
Cineasta

«Todas las películas son un poco políticas»

Nacido en Buenos Aires, en 1980, desde su debut con “El estudiante” ha ido consolidando su trayectoria profesional centrado en el filme político a través de títulos como “Paulina”, “La cordillera” o “Argentina, 1985”. Ahora sorprende a propios y a extraños con el estreno de “Pequeña flor”, una comedia irreverente sobre las relaciones de pareja.

(GARA)

Santiago Mitre rodó “Pequeña flor” antes que “Argentina, 1985”. No obstante, el azar ha querido que ambos títulos se estrenen de manera casi simultánea evidenciando la versatilidad del cineasta. “Pequeña flor”, que acaba de llegar a los cines, es una comedia romántica, con toques de cine fantástico, donde se cuestionan las estructuras familiares y se reivindica la rutina como garantía de felicidad. Una historia donde el protagonista del filme parece vivir su propio ‘‘día de la marmota’’, mientras se empeña en reconquistar a su pareja.

Esta película marca un giro respecto a su filmografía precedente, no solo por el hecho de estar rodada en el Estado francés, sino por ser una comedia sobre las relaciones de pareja.

¿Le apetecía probarse en otro registro?

“Pequeña flor” está basada en una novela de Iosi Havillo, un escritor que me gusta mucho y con el que tengo una gran cercanía. Cuando la leí me pareció una locura maravillosa y, después de comentarlo con Iosi, empecé a pensar que igual merecía la pena convertir aquella historia en un objeto cinematográfico. Es verdad que, hasta la fecha, yo había rodado un tipo de cine más político y que ese cine responde a un interés genuino por mi parte, pero hace tiempo que sentía la necesidad de complementarlo con otro tipo de propuestas y “Pequeña flor” me ofreció esa posibilidad. Cuando te especializas en un tipo de cine, los mecanismos de financiación de películas, los festivales y las propias dinámicas de la industria te empujan a seguir en esa línea y uno acaba volviéndose un poco prisionero de ello. Entonces, hacer esta película me permitió escapar un poco de esa lógica. Supongo que esa sensación de estar ante un filme insólito tiene que ver también con el hecho de que “Pequeña flor” esté llegando a las salas casi a continuación de “Argentina, 1985”, pero lo cierto es que la rodamos antes. De hecho, la hicimos durante los días previos al confinamiento.

¿Y la decisión de rodarla fuera de Argentina a qué se debió?

Bueno, fue una decisión de producción. Cuando presenté el proyecto a varias productoras apareció una que me dijo “¿Quieres rodar una comedia? Perfecto. Dale, hagámosla y hagámosla en Francia”. Y a mi me pareció una buena idea porque servía para concretar algunas ideas que estaban en el germen de la historia, como la de la incomunicación y el aislamiento en el que vive el protagonista. Luego pensándolo, este hecho también incide en esa idea de rodar un cine distinto al que hasta hoy venía desarrollando como director

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De todas formas, también el amor y ese microcosmos que se genera en torno a la familia, y que usted explora en “Pequeña flor”, generan, en cierto sentido, un escenario político, con lo cual tampoco se trataría de un filme tan alejado de sus obras precedentes ¿No?

Todas las películas son un poco políticas. En este caso, el juego que nos ofrecía esa micropolítica cotidiana que representa la familia, era uno de los elementos en torno a los cuáles trabajamos. Hay una clara inversión de roles sobre los arquetipos en los que se encarnan la idea de lo masculino y lo femenino, pero nuestra propuesta tiene más que ver con lógicas narrativas que con un empeño por ofrecer un retrato de la familia como construcción política. Para mi “Pequeña flor” es, sobre todo, una historia de amor en la adultez, una historia de re-enamoramiento sobre una pareja a la que el nacimiento de su primera hija les coloca en una situación de crisis y sobre cómo logran superar eso.

En la película hay una reivindicación de la rutina como garantía de felicidad. ¿No es un planteamiento un tanto transgresor?

Bueno, es una idea poética y probablemente falsa. Pero a mí me sirve para darle un corazón a la película haciendo que la historia entre en una especie de bucle impactante para el espectador. De todas maneras es una idea que me gusta, porque las rutinas nos dan seguridad, hacen que nos sintamos confortados y sepamos a lo que atenernos. Y la felicidad consiste un poco en eso, en vivir sin demasiados sobresaltos o, en el caso de tenerlos, en poder prever sus efectos.

De todas maneras tampoco es el único elemento de irreverencia que contiene el filme habida cuenta de ese tono negro y oscuro que tiene desde el que, sin embargo, consigue alumbrar una historia luminosa llena de esperanza. ¿Cómo fue manejar esos contrastes?

Realmente no sé cómo los manejé (risas). Lo que sí tenía claro es que quería hacer una historia divertida, luminosa y casi optimista. Mi idea era hacer una película muy vital en un sentido puro, por así decir, que transmitiera esa alegría de vivir, esa sensación de placer. De ahí ese juego de contrastes y también esa apuesta por el fantástico que nos permitía hacer humor con elementos de tragedia vaciándolos de sentido. Se trataba de una apuesta arriesgada, es cierto, pero también se trata de una historia que se metamorfosea y ahí había que tener cuidado para lograr sorprender al espectador pero sin perderlo, porque a veces si ofreces al público mucha sorpresa, existe un riesgo evidente de que este termine por quedar desconcertado y rechace de plano lo que le estás contando. Y en cuanto a esa irreverencia que comentas, ya estaba en la novela, lo único que hicimos fue potenciarla.

¿Qué supone para usted el estreno casi simultáneo en el tiempo de esta película y de “Argentina, 1985”? ¿Es una manera de reivindicar su versatilidad como cineasta?

Bueno, igual para determinados círculos se trata de una circunstancia desconcertante porque no puede haber dos películas más alejadas entre sí. Pero para mi es una alegría enorme estrenar dos películas en un año que representan extremos distintos; de un lado una película lúdica como esta y de otro un filme histórico que habla de temas importantes como “Argentina, 1985”. Por otra parte, se trata de una circunstancia anómala que, seguramente, no volveré a vivir. Pero me gusta que sirva para poner en valor el hecho de haberme probado en otra forma cinematográfica.

Al definir “Pequeña flor” como divertimento parece que esté dando la razón a quienes la perciben como una suerte de «obra menor» dentro de su filmografía. Parece como si la comedia siguiera teniendo mala prensa frente a la solemnidad de un filme como “Argentina, 1985”.

No, no quise dar a entender eso. Por otro lado tampoco estoy tan seguro de que la comedia sea un género con mala prensa. Al final se trata de una cuestión de gustos, habrá espectadores a los que les guste más, otros a los que les guste menos… Qué se yo, pero en el fondo creo que se trata de un género muy agradecido por parte del espectador.