«Vivienne Westwood murió hoy [el jueves a última hora] en paz y acompañada por su familia en Clapham, en el sur de Londres. El mundo necesita a personas como Vivienne para cambiar a mejor», indicaba en un mensaje la cuenta de Twitter de la modista.

En un comunicado, su marido y compañero creativo, Andreas Kronthaler, aseguraba que habían estado «trabajando hasta el final» y que le «dio muchísimas cosas con las que seguir adelante». «Muchas gracias, querida», apostillaba.

El museo Victoria and Albert de Londres la ha descrito como una «verdadera revolucionaria y una fuerza rebelde en la moda», y la secretaria de Cultura británica, Michelle Donelan, afirmó que fue una «figura sobresaliente». «Su estilo punk cambió las reglas de la moda en los años 70 y fue muy admirada por su coherencia con sus valores a lo largo de su vida», destacó.

Westwood llevó al extremo creaciones provocadoras que nunca dejaron indiferente al sector de la moda. Aunque desde hacía años había cambiado su cresta punk por un cabello blanco recogido con un moño, Westwood, cuyo nombre era Vivienne Isabel Swire, siempre se mantuvo fiel a sí misma. Los extravagantes diseños de Westwood han vestido a famosos y personalidades de todo el mundo.

En 2016 dejó la dirección artística de su firma en favor de su compañero Kronthaler, un austriaco 25 años más joven. Pero la marca Westwood siguió allí: rebelde, transgresora y comprometida políticamente. «Defender ideas me hace feliz», explicaba a su amigo Ian Kelly, coautor de su autobiografía publicada en 2014.

Hizo campaña a favor de la liberación del periodista Julian Assange. Llegó a presentarse ante la delegación diplomática con una camiseta con la imagen del periodista y la frase «Soy Assange». También llegó a realizar un acto de protesta en el que se suspendió de una jaula en julio de 2020.

En 2015, condujo un tanque blanco hasta la casa del entonces primer ministro británico David Cameron, en protesta por la decisión del Ejecutivo de extraer gas y petróleo del subsuelo de 27 localidades inglesas. La artista también presionó al Gobierno británico para prohibir la venta al por menor de pieles.