Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
R.M.N.

Europa y los que vienen de fuera

Las primeras secuencias de “R.M.N.”, de Cristian Mungiu, esbozan los derroteros por los que transitará el filme y advierten al espectador que lo que acontecerá durante el resto del metraje no será muy reconfortante. En dichas escenas topamos con un rumano de raíces gitanas que se gana la vida en un matadero alemán, un paisaje de despojos animales enclavado en una pequeña localidad cuya trastienda no tardamos en descubrir.

Este escenario se asemeja a un polvorín en el que cohabitan alemanes, rumanos, húngaros y gentes que llegaron de Sri Lanka para trabajar en una panificadora cuyo sueldo -muy bajo- en absoluto sedujo a los lugareños.

Polvorín humano

La tensión y el recelo se advierte en una comunidad que se asemeja a un polvorín humano y todo ello cobra forma en una asamblea comunitaria que deja a las claras las intenciones de su director, un Cristian Mungiu que se sirve -al igual que hiciera en su prestigiosa “4 meses, 3 semanas, 2 días”- de un muy tenso plano fijo de más de quince minutos para mostrar el enfando que anidó entre los vecinos de esta localidad que pretende expulsar a los recién llegados.

Mungiu se basó en un caso real acontecido hace tres años en un pueblo transilvano para dar su visión en torno a la deriva fascista que azota su país, y por extensión, al resto de Europa. Una opción que se queda en un incómodo espacio de ambigüedades debido sobre todo a la poca intensidad y dureza con la que el director rumano se acerca a los diferentes temas que surgen a lo largo del filme, incluyendo los males de una sociedad patriarcal poco acostumbrada a los cambios. Esta opción deriva hacia una serie de situaciones demasiado crípticas.