EDITORIALA

Hilos paralelos de represión y resistencia

La historia represiva española en tierras vascas se relata a través de las cárceles. No solo en Martutene, Zaballa, Basauri, Baiona o Iruñea, también en prisiones remotas en las que se alejaba y aislaba a esos presos hasta hace poco tiempo. Los otros puntos de referencia de esa represión son la persecución y la violencia policial en las calles, y la tortura en comisarías. Desde el punto de vista de los derechos humanos, la tortura ha sido la característica particular más significativa y grave de esa historia represiva, con miles de casos documentados e impunes. Estas constantes trascienden el franquismo y llegan mucho más allá. El punitivismo exacerbado de este siglo en la versión sofisticada de esta tradición.

Entre 1960 y 2013, 40.000 ciudadanos y ciudadanas vascas fueron arrestadas en base a leyes «antiterroristas». Según el Ministerio español de Interior, una de cada cuatro personas detenidas en ese contexto fue finalmente imputada por su relación con ETA. Es decir, cerca de 10.000 personas fueron encarceladas en ese periodo por esa causa. Esos datos muestran el impacto que la cárcel ha tenido en pueblos y familias vascas. Lo relataba el informe de Vulneración de Derechos Humanos de Lakua que fue elaborado en 2013 por el obispo emérito de Donostia, Juan María Uriarte; el profesor universitario y exdirector de Derechos Humanos de Lakua, Jon Mirena Landa; la jueza y posteriormente alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; y por el notario, profesor de Derecho y exconcejal del PP, Ramón Múgica. Entre otros muchos e interesantes puntos, ese informe consideraba pendiente de análisis las denuncias de «malos tratos inhumanos y degradantes» en las cárceles. Aunque tarde, eso también llegará.

En cada prisión la historia punitiva avanza contrarrestada por una cultura de resistencia y solidaridad. Rebeldes, insumisos, disidentes de todo signo, desposeídas, activistas… sin olvidar a quienes les cuidan y acompañan en ese periodo, esas comunidades conforman una peculiar tradición de lucha. En Euskal Herria, la convivencia masiva con la cárcel ha forjado una visión crítica, ética y política de emancipación que debe aspirar siempre a la libertad.