Alberto PRADILLA
CUMBRE DE LÍDERES DE NORTEAMÉRICA

EEUU y México, ante el reto de buscar nuevas recetas para los problemas de siempre

La detención de Ovidio Guzmán, uno de los hijos del Chapo Guzmán da el pistoletazo de salida a la cumbre tripartita entre Estados Unidos, México y Canadá. Tráfico de drogas y migración son dos de los asuntos pendientes. Aunque se escuchan promesas de nuevas políticas todavía no se han superado las recetas tradicionales.

(Juan Carlos CRUZ | AFP)

Welcome to México, presidente Biden». Este texto, acompañado con la foto de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Chapo Guzmán Loera, antiguo líder del cartel de Sinaloa, fue la portada del viernes del diario “El Universal”, uno de los más leídos de México. Hacía así referencia a la captura del narcotraficante a tres días de la llegada al país azteca del inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden. La teoría, alimentada por la oposición mexicana, es que la detención de Guzmán López era una especie de ofrenda con la que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, se congraciaba con Washington poco antes de la Cumbre de Líderes de Norteamérica. La realidad, como siempre, es más compleja.

El narcotráfico, o más concretamente el flujo de fentanilo hacia el norte, es uno de los temas que abordarán los presidentes de EEUU, Canadá y México en su cónclave de tres días. Pero no el único. La migración, disparada a cotas nunca vistas tras la pandemia del covid 19; la integración económica y recientes crisis como la de Perú también estarán sobre la mesa.

No se puede obviar el valor simbólico de la detención

de Ovidio Guzmán, conocido como el Ratón. Era una cuenta pendiente desde hace más de tres años. El 17 de octubre de 2019, elementos del Ejército trataron de detenerlo, también en Culiacán, capital de Sinaloa, pero no lograron completar su misión. Sicarios del cartel de Sinaloa, fundado por el Chapo Guzmán, tomaron la ciudad y amenazaron con hacer volar por los aires a las familias de los militares desplegados en la zona. Fue una demostración de fuerza inédita hasta el momento. Finalmente, el propio López Obrador ordenó su liberación. El presidente siempre ha defendido su decisión para «evitar una masacre».

El jueves se repitió la escena. Tras la captura del narcotraficante, decenas de jóvenes armados tomaron la ciudad y trataron de bloquear los accesos, quemando vehículos y disparando incluso a los aviones militares que intentaban aterrizar. Esta vez, sin embargo, Ovidio pudo ser trasladado hasta Ciudad de México, donde espera el proceso para ser extraditado a EEUU.

En clave interna, la detención permite a López Obrador acallar las críticas sobre supuestos pactos con el cartel de Sinaloa. En un contexto de profunda polarización como el existente en México, cualquier evento es una trinchera. Quienes cuestionaron al Gobierno por liberar al hijo del Chapo en 2019 lo critican ahora porque el arresto, según su teoría, obedece más al interés de Washington que a un plan establecido por el Ejecutivo. La permanente disputa dialéctica en la superficie imposibilita un diálogo honesto.

Más allá de la discusión partidista, la detención de Guzmán pone sobre la mesa uno de los grandes problemas que comparten los socios de América del Norte: el tráfico de fentanilo. En el último año, más de 100.000 personas murieron en EEUU por sobredosis. En Canadá, su uso comienza a extenderse. México es país productor y de tránsito, pero los casos son más anecdóticos, al menos por ahora.

No se puede abordar el problema desde la perspectiva tradicional de la «guerra contra las drogas».

Esta lógica ha sembrado México de cadáveres sin menguar la eficacia de los carteles. El Gobierno de López Obrador anunció una nueva perspectiva y se querelló contra los fabricantes de armas estadounidenses, a los que responsabiliza de miles de muertes al sur del Río Bravo (al menos 400.000 muertos desde que Felipe Calderón declaró la «guerra contra el narcotráfico»). Por desgracia, la inercia bélica se sigue imponiendo. En los últimos años se escucharon buenos propósitos que hablaban de un cambio de paradigma para toda la región. Pero, por el momento, eso son solo buenas palabras.

Igual ocurre en el ámbito migratorio: las recetas se quedan cortas y los tímidos intentos de hacer otro tipo de políticas no se han concretado. Por primera vez, el éxodo que llega a EEUU es un fenómeno continental. El 60% de las personas arrestadas en la frontera no procedían de México o Centroamérica, lo que supone un profun- do cambio de tendencia. Washington trata de frenar la llegada imponiendo cuotas para facilitar lo que llaman «migración ordenada». Pero el hambre o la violencia no entienden de plazos. Así que los municipios fronterizos mexicanos, algunos de los más violentos, se siguen llenando de desarrapados que esperan una oportunidad.

El tráfico de drogas y la migración serán dos temas claves en la cumbre. López Obrador y Biden prometen aplicar políticas que rompan con sus antecesores. Por ahora la inercia sigue marcando la agenda.