Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «UNA HERENCIA DE MUERTE»

Saber explotar el físico con el paso de los años

Cuando una comedia no te está divirtiendo como debería, es lícito agarrarse a aspectos secundarios que te pueden hacer gracia. Por eso, en “Una herencia de muerte” (2022) su coralidad deficientemente cómica te puede llevar a fijarte en algún personaje concreto, y el que más llama la atención sin duda es el de la tía Hilda. En la ficción esta mujer parece mayor que la actriz que la interpreta, ya que en la vida real Kathleen Turner tiene 68 años. Lo que ocurre es que en poco tiempo pasó de ser un mito erótico del cine de los 80 a la autoparodia según iba ganando kilos, dada su constitución de persona fuerte. El primero en explotar su potencial caricaturesco fue John Waters, que con “Serial Mom” (1994) le señaló el tipo de repertorio que podía manejar a partir de entonces.

Y hoy es el día que la vemos convertida en una vieja gruñona y desagradable a la que su familia solo quiere por su dinero. Postrada en cama, no necesita de movilidad para imponerse con su voz hiriente en la versión original, mientras que su corpachón es como el duro caparazón que le sirve de defensa.

Con su sola presencia y poco más, se podría haber hecho una buena película de enredo, pero ocurre que la fórmula que maneja el británico Dean Craig está agotada, y la propia distribuidora se lo recuerda cuando utiliza la coletilla “de muerte” para identificar lo que ha sido su filmografía como guionista y director a partir del éxito mundial de “Un funeral de muerte” (2007). Lo que en origen parecía original, luego se ha repetido tanto que sus películas de celebraciones y reuniones familiares han dejado de hacer reír.

No obstante, hay que admitir que Craig sí intenta darle un toque diferente a su nueva propuesta, pero se equivoca al tirar por los gags escatológicos y las bromas sexuales, porque no se le ve experto en la representación del mal gusto asociado a la vulgaridad de quienes se disputan una herencia familiar.