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Una caótica votación en Nigeria añade incertidumbre a las elecciones

La caótica jornada electoral en Nigeria -el sexto país más poblado del mundo- con votaciones suspendidas, retrasos generalizados y problemas técnicos, añadió incertidumbre a unas elecciones en las que el laborista Peter Obi podría romper el bipartidismo tradicional del país y forzar una segunda vuelta en la primera economía de África.

Desplazadas internas víctimas de Boko Haram esperan para votar en Yola.
Desplazadas internas víctimas de Boko Haram esperan para votar en Yola. (Pius UKTOMI EKPEI | AFP)

Problemas organizativos y numerosos retrasos que provocaron la ira de los votantes empañaron la votación para elegir al próximo presidente del país más poblado de África en una reñida pugna entre los tres principales candidatos.

Por primera vez desde el regreso a la democracia en 1999, la popularidad de un outsider está sacudiendo el predominio de los dos partidos principales y Nigeria podría vivir unas elecciones presidenciales a dos vueltas.

Tras dos mandatos marcados por una explosión de inseguridad y pobreza en este país donde el 60% de la población tiene menos de 25 años, el presidente Muhammadu Buhari, de 80 años, deja el cargo y más de 87 millones de electores estaban convocados en 176.000 colegios electorales para elegir a su sucesor entre 18 candidatos, además de diputados y senadores.

En muchos lugares, como Lagos (suroeste) o Kano (norte), la apertura de urnas se retrasó considerablemente porque los equipos no habían llegado o no funcionaban. En un barrio de Lagos los responsables de la votación llegaron después de la hora de cierre.

Nuevas tecnologías

Esta es la primera vez que se utilizan nuevas tecnologías como la identificación de los votantes por reconocimiento facial y digital o la transferencia electrónica de resultados a escala nacional, con lo que las autoridades afirman que se reducirá el fraude que ha contaminado comicios anteriores.

Pero lo que ocurrió fue una jornada caótica. «¡Llegué a las ocho y son las doce! ¡Y la máquina no funciona! Deberían dejarnos votar manualmente, tenemos nuestros PVC (tarjetas de votante)... ¡Pero nadie hace nada!», se quejaba Jennifer Dike, de 28 años, en un colegio electoral en Port Harcourt, en un ambiente tenso.

La ONG Yiaga Africa, especializada en el seguimiento electoral, alertó de que solo cuatro de cada diez colegios habían abierto sus puertas a las 12.45, es decir, a menos de dos horas del cierre de urnas.

El presidente de la Comisión Electoral Nacional, Mahmood Yakubu, reconoció problemas, pero aseguró que «cualquier nigeriano que esté en la cola tendrá la oportunidad de votar por mucho tiempo que tarde». Sin embargo, el Gobierno nigeriano decidió no ampliar el plazo de votación debido a inseguridad que asola el país, que también agitó la campaña con ataques a candidatos locales, activistas, comisarías y oficinas de la comisión electoral.

Tres favoritos

El candidato del partido gobernante (APC) Bola Tinubu, de 70 años, apodado ‘el padrino’ por su influencia política, de etnia yoruba y de fe musulmana, es uno de los hombres más ricos del país y dice ser el único que puede enderezar Nigeria. Advirtió de que esta vez «me toca a mí» gobernar.

Pero nada está decidido ante sus dos principales contrincantes. El exvicepresidente Atiku Abubakar, del opositor PDP (en el poder de 1999 a 2015), de 76 años, se postula por sexta vez a la presidencia. Conservador, de fe musulmana y originario del norte, espera ganar allí muchos votos.

El otro candidato con posibilidades es el exgobernador de Anambra (sureste) Peter Obi, un cristiano de 61 años, apoyado por el Partido Laborista (LP), y muy popular entre los jóvenes, que podría romper el bipartidismo ya que los sondeos le otorgaban hasta un 60% de los votos.

«Esta vez se nos ha prometido que las elecciones serán libres y justas, por lo que nuestras expectativas son altas», señalaba Osaki Briggs, de 25 años, en Port Harcourt.

Nigeria, con 216 millones de habitantes, se convertirá en el tercer país más poblado del mundo en 2050, en un contexto de expansión de la violencia yihadista en África Occidental. La primera economía del continente se ha convertido también una potencia cultural mundial, gracias al género musical afrobeat o a la industria cinematográfica.