Ramón SOLA
IDA DE LA SEMIFINAL DE COPA

Del fuego al hielo, del fútbol al ajedrez, de Iribar a Abde

La ida de semifinales coperas disputada en El Sadar cumplió las expectativas en lo ambiental pero no en lo futbolístico. Visto desde la grada, fue un partido de tanto voltaje como poco juego, condicionado por la importancia del premio y disputado a lo Qatar. Un encuentro de paradojas. La eliminatoria se decidirá dentro de 33 días en San Mamés.

(Iñigo URIZ | FOKU)

Una caldera a bajo cero, eso tan raro era El Sadar cuando el balón empezó a rodar entre Osasuna y Athletic. El Riau-riau sonó durante un par de minutos, pero no hay nada más opuesto en Iruñea a una tarde de 6 de julio que una noche de 1 de marzo. El termómetro, a -1 º C, condicionó también el césped, con bote excesivo del balón y en algún caso desconcertante.

23.026 gargantas en las gradas, más que nunca en el estadio navarro remozado en 2020. Probablemente no menos de 2.000 llegadas desde Bilbo, salpicando el campo de bufandas rojiblancas.

Ya había habido fuego de otro tipo, cargas policiales y bengalas, en la Avenida de Zaragoza una hora antes del inicio. Y lo habría también en torno al minuto 20, cuando en el exterior alguien lanzó una docena de fuegos artificiales. Quizás en recuerdo de aquel Osasuna-Athletic del día del centenario rojillo, en octubre de 2020, con la grada vacía por la pandemia pero algarabía pirotécnica en el exterior. Aquel envite también acabó 1-0.

DEMASIADO EN JUEGO

Una de las grandes incógnitas estaba en saber cómo iban a gestionar tanta tensión los dos equipos, y sobre todo Osasuna, menos acostumbrado a envites de este calibre. Ambos lo hicieron mal. El Athletic se perdió en los primeros minutos en errores de pase no excesivamente forzados, mientras Osasuna, contra lo que daba entender la dupla Moi-Aimar, tenía grabado el criterio de no arriesgar con balón. La perspectiva de otros 90 minutos el 4 de abril hizo que ni Arrasate ni Valverde quisieran un ritmo alto. Primera parte de nada y segunda de poco.

Por momentos pareció un partido del Mundial de Qatar. Para el Athletic la obsesión era no perder posiciones en el campo. Y Osasuna tenía tatuadas en la mente dos leyes: pases de seguridad y vigilancias defensivas incluso cuando el balón era suyo.

Más que a fútbol, Arrasate y Valverde jugaron a ajedrez. El Athletic recuperó al rey Iñigo, que puso jerarquía en la organización pero no en el juego. Ganó posiciones en el tablero cuando bajó posiciones a su reina Sancet, aunque no acabó por dar jaque a Herrera hasta el descuento.

Osasuna lo apostó todo a las carreras del marroquí, que es mitad alfil por su capacidad de zigzaguear y mitad caballo por desborde, y ya tras el 1-0 se encomendó a sus torres, David García y Aridane. El resto, todos peones, incluidos los dos jugones del centro del campo y Chimy sacrificado como segundo lateral.

DEL CHOPO AL JUNCO

Al inicio del duelo el txoko del Athletic se acordó de su mayor mito viviente; en su 80 cumpleaños sonó aquello de «Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno». Pero el equipo no pudo darle el regalo que había pedido el guardameta de tantas copas: un buen resultado en Iruñea. Y la culpa la tuvo solo alguien que podría ser su antítesis.

Y es que Abde representa todo lo contrario a la elegancia y sobriedad del Chopo. Con ese correr peculiar, la cabeza metida entre los hombros, y un control de balón que siempre parece trompicado, el extremo se reveló desde el inicio como el predestinado a sacar el partido del bloqueo. Lo intentó mucho y casi siempre en desventaja, hasta que una salida limpia de Osasuna le dejó uno contra uno, y ahí Vivian no pudo con el desconcertante ahora paro-ahora arranco del marroquí. La definición fue diferente pero en esencia la jugada resultó la misma (desequilibrio en inicio, espacio para correr, tiempo para rematar) que le dio la victoria a Osasuna ante el Sevilla en Liga el domingo pasado y antes en cuartos coperos.

POST DATA:

Los navarros salieron del campo cantando, pero sin echar ninguna campana al vuelo. A los vizcainos se les escapaban frases como «Nos gana cualquiera» o «Siempre pasa algo malo». La noche se les hizo especialmente gélida. Pero quedan 33 días por delante hasta la vuelta. En San Mamés ya no podrá haber ajedrez. Y hasta será primavera.