XOLE ARAMENDI
DONOSTIA
Entrevue
judith argomaniz
Bailarina y coreógrafa

«Mantener una compañía de danza no es nada fácil, imagínate estar diez años»

La compañía de danza Lasala cumple diez años de la mano de Judith Argomaniz. Aunque es un camino no exento de dificultades, siente pasión por la danza, por lo que se reconoce privilegiada por poder dedicarse a ello. Este sábado se sube al escenario de Gazteszena junto a ocho bailarines para revivir el viaje que ha supuesto el camino realizado.

(ETANOWSKI)

«Mantener una compañía de danza no es nada fácil, imagínate estar diez años», afirma, Judith Argomaniz nada más comenzar la entrevista. «Me siento muy afortunada y agradecida por poder dedicarme a esto. Mi mayor regalo es ir al estudio, si puedo, cada día».

Con ocasión del aniversario, el público verá un fragmento de cada una de sus creaciones, entre otras, “Hooked” (2013), “Lauesku” (2014), “Female” (2017), “Fight” (2019), “Dead” (2020) y “Alive” (2021). «¿Por qué no? «Muchas personas no habrán visto esas piezas. Hay muchísimo trabajo detrás de cada uno de ellas. Se meten en el cajón y mueren. Pensé en ponerlas en valor».

Seth Buckley, Garazi Etxaburu, Leire Otamendi, Jone Amezaga, Miren Lizeaga, Javier De La Asunción e Inês Costa forman el elenco de bailarines que se subirá al escenario. Y junto a todos ellos, la propia Judith Argomaniz. Lleva un tiempo sin bailar pero en esta ocasión no ha dudado en ponerse las zapatillas. Tan solo tenía cuatro años cuando lo hizo por primera vez.

La creación del espectáculo la ha obligado a echar la vista atrás. «Ha sido un viaje increíble: He visto los intereses que tenía en aquella época, cómo estaba yo y también el desarrollo de la compañía. La verdad es que ha sido una evolución potente. El movimiento ha sido importante para mí, por supuesto, pero ahora al hacer piezas más grandes, todo cobra importancia: la escenografía, la luz, la dramaturgia y la estética. Todos son imprescindibles para completar el espectáculo. La danza es uno de los elementos, hay muchos otros alrededor», explica.

Las emociones y la técnica son los dos pilares fundamentales de la danza. A los integrantes de la compañía les pide que sientan. «Los bailarines no se limitan a ejecutar el movimiento, son intérpretes. Ellos también se tienen que emocionar mientras bailan para llegar a emocionar al público; tienen que interiorizar el viaje que les propongo y vivirlo. El movimiento nace de una emoción. Para mí es muy importante el disfrute del público».

Y al público, que se deje llevar. «Siempre se lo digo a los espectadores: ‘No tienes que entender nada en mis piezas'. Si mañana o dentro de un mes te acuerdas de una imagen, de una sensación que has vivido al ver una obra, es que ha funcionado. Si te has emocionado viéndolo, nuestro trabajo está hecho. Realmente es una experiencia lo que se lleva el público. Como en un viaje, estás creando recuerdos».

«La palabra tiene mucho poder en el teatro, y en la danza, al no tener la palabra, la gente se siente insegura al no entender. Yo siempre les digo que no hace falta, que disfruten de la belleza, que disfruten del viaje que proponemos en cada obra», prosigue.

VIVIR Y SENTIR

¿Y a sí misma? «Lo primero que tengo que hacer para crear algo es vivir y sentir. Surge la idea, y veo si tengo algo que decir, porque si no no creo nada. De ahí viene la creación de la dramaturgia definiendo los temas a tratar, cómo lo abordamos, cuál es su contexto histórico… Todo el trabajo multidisciplinar hace que sea arte».

Y por último, va al aula a trabajar con los bailarines. Para entonces todo está muy definido, aunque también queda margen para seguir creando. «Yo les doy el material y ellos realizan sus aportaciones. Depende de la creación. Es sano para la pieza que no esté cerrada. Me gusta escuchar, estar abierta a otras opiniones aporta riqueza, aunque la última decisión es mía».

LOS DESIERTOS

Al preguntarle por lo más difícil de afrontar en esta década, no lo duda. «Lo más duro son los vacíos, los desiertos los llamo yo. Cuando no hay bolos. Hay épocas en las que apenas se programa. Y es muy difícil sostenerte a nivel físico, tienes que estar preparada para cuando venga la gira, y a nivel emocional, bailar es algo que realmente me apasiona, y no poder hacerlo es muy duro. Me encanta mi trabajo. Y también a nivel económico, de repente dejas de tener ingresos. Este aprendizaje ha sido complicado, pero con diez años de trayectoria ya aprendes a navegar en el desierto». Aprovecha los parones para nutrirse, «algo necesario para crear».

Uno de los retos de los artistas suele ser la creación de un lenguaje propio. Cree haberlo logrado. «Es una danza muy física, hay mucha potencia siempre en escena y es característico cómo ponemos la mano. Me gusta mucho la precisión, que todo esté limpio y claro», subraya.