Txente REKONDO
GUERRA EN SUDÁN

Una perspectiva panafricana del conflicto

Sudán tiene una diversidad de etnias, lenguas y religiones que ha generado desafíos en términos de construcción e interpretación nacional. Es uno de los países más importantes de África, el tercero en tamaño y con gran variedad de recursos, pero su economía está al borde del colapso, amplias franjas de la población sufren hambruna, el precio de los alimentos está por las nubes con la moneda depreciada, y apenas recibe apoyo financiero exterior.

(AFP)

Su gran variedad en recursos (oro y otros minerales, petróleo, gas...) y su importancia geoestratégica han convertido a Sudán en objeto de deseo tanto regional como internacional.

Igual que la pugna actual entre Ejército y los paramilitares, los acontecimientos de los últimos años (sucesión de golpes militares, protestas de la población civil, proceso de transición…) muestran que estamos ante actores que utilizan sus apoyos externos para defender sus intereses.

Sin embargo, tal vez convendría afrontar la crisis actual de Sudán desde otro enfoque. Como apunta un profesor y activista local, «la gran mayoría de los sudaneses sufre una crisis de identidad cultural peculiar, crónica y grave, resultado de una falacia cultural surgida por las particularidades locales antes de la colonización, amplificada en la era colonial y reproducida desde entonces. Ese proceso continuo funciona en beneficio de un centro minoritario elitista a través de la monopolización del poder y la riqueza, para desventaja extrema de las poblaciones mayoritarias, apartadas en los márgenes».

La mutación de la identidad africana en identidad árabe, es decir, la arabización e islamización de Sudán, a partir de los siglos XIV-XVI, tuvo su reflejo en el Sultanato de Funj, con la esclavitud como pieza central y con el color negro totalmente estigmatizado como sinónimo de «esclavo».

Esa nueva realidad se reflejó en el abandono del sistema matrilineal, que solo reconoce la descendencia a través del linaje de la madre, y la adopción del sistema patrilineal.

FRUTO DE TODO ELLO, VA A SURGIR UNA NUEVA CONCIENCIA IDEOLÓGICA DE LA RAZA Y EL COLOR

, «la paradoja del árabe negro que es antinegro». Los africanos arabizados se harán pasar por árabes no negros, comenzando un largo proceso de cambio de identidad: «Para tener acceso al poder y ser al menos aceptados como humanos libres, los africanos tendieron a abandonar sus identidades e idiomas, reemplazándolos por el idioma e identidad árabes».

Para ello, no dudaron en deplorar abiertamente a los negros y convertirlos en esclavos y, al mismo tiempo, los matices de negrura sustentarían un sistema de diferenciaciones raciales. Esta estrategia sembró la semilla de una ideología de dominación de orientación árabe sobre los africanos. Un analista local lo definirá utilizando el esquema de «estigma vs. prestigma».

El estigma de la esclavitud condena a las personas negras y de identidad africana frente al prestigma de los llamados libres, no negros y árabes, para atrincherarlos en los centros de poder, riqueza e influencia de Sudán. Esta ideología racial subraya un proceso de alienación y dominación, creando una categoría de negros africanos que no se reconocen como negros africanos.

Pero la realidad es tozuda. En los 70, cuando fueronn a trabajar como expatriados a los países del Golfo, los sudaneses descubrieron que los árabes los consideraban solo africanos negros, es decir, esclavos. Y, como mucho, una especie de árabes de segunda.

En los últimos cinco siglos, esta ideología de alienación que tiene sus raíces en la esclavitud, se ha ido consolidando en los sucesivos regímenes políticos, tanto coloniales como locales. Y han creado un esquema con un centro económico, político y militar, en el que la ideología principal es el islam y el arabismo. La discriminación racial, el estigma de la esclavitud y la deshumanización siguen presentes en el país.

Como señala un profesor sudanés, «esto es así porque todo el proceso se basa en la contradicción y la paradoja. Donde el proceso de prestigma atraería a la gente hacia el islam y una cultura proárabe, el proceso de estigmatización continúa descartándolos por motivos raciales. Uno puede adquirir una nueva cultura en un tiempo relativamente corto, pero difícilmente puede cambiar el color de lapiel. Entonces, la negrura siempre se toma como una pista estigmatoria de la esclavitud.»

AHORA LA PRIORIDAD DEBERÍA SER PARAR LA GUERRA Y LANZAR UN PROCESO POLÍTICO

que aborde los problemas de la transición democrática, no uno que se centro en el reparto del poder. Deberá hacer frente a temas cruciales como el retorno de desplazados y refugiados, la reforma del sector de la seguridad, la aplicación de la justicia, una conferencia constitucional y la preparación de elecciones. El Ejército debe volver a los cuarteles, se supone que la milicia debe disolverse y los militares deben estar sujetos a la supervisión civil.

No obstante, como argumenta el profesor, «en realidad, la única identidad nacional lógica e inclusiva para Sudán, capaz de unir sus diversos componentes culturales, conectar su magnífica y compleja historia con su presente y desbloquear el potencial de la gente y la tierra es la identidad africana; una identidad histórica, social y política coherente con las realidades objetivas de Sudán. No excluye a nadie y abre posibilidades culturales más amplias».

De no ser así, Sudán seguirá inmerso en un círculo vicioso de injusticia, inestabilidad, guerras y subdesarrollo.