Ya ha surgido una nueva Navarra, sigamos dándole forma
Qué pueden deparar las próximas elecciones del 28 de mayo en Nafarroa? Hay diferentes métodos de responder a esta pregunta, pero si queremos comprender hacia dónde van nuestras sociedades necesitamos analizar las tendencias y corrientes de fondo. En todo análisis se proyecta una perspectiva. Yo parto de dos hipótesis. La primera es la lectura de 2015 como momento fundacional de una nueva etapa histórica en Navarra. Una fase con perfiles todavía inciertos, pero con marcadas diferencias con respecto a las anteriores. Una conquista social frente a un régimen desdemocratizador, excluyente y privatizador de servicios, bienes, recursos y libertades. Y, a la vez, una transición abierta: ni estamos en el régimen tal y como fue concebido, ni ha sido articulado otro que lo sustituya y esto es así porque nadie ha logrado el poder suficiente para lograr una vuelta a la lógica del 78 ni conformar un nuevo orden político. Pero en la medida en que personas y sectores sociales antes sin parte en el régimen navarro están en posiciones de gobierno o en condiciones de decidir su orientación, ha irrumpido la política entendida como cuestionamiento de las reglas del juego. El régimen fue diseñado e implementado para que esto jamás ocurriera y por eso está sumido en una profunda crisis.
La segunda hipótesis tiene que ver con la perspectiva de Ernst Bloch del «todavía no» y nos invita a buscar en el presente las semillas de nuevos futuros todavía no realizados. El cambio que cristalizó en las instituciones en 2015 venía adelantándose desde mucho antes en diversos ámbitos de nuestra sociedad. No parecía viable superar electoralmente a UPN y PSN, pero el proceso se estaba larvando y cuando se generaron nuevas condiciones, esas tendencias germinaron. No hablo de voluntarismo, mucho menos de pensamiento mágico, sino de transformaciones materiales que no siempre son fáciles de percibir en el día a día. Todo análisis con vocación transformadora debe dar cuenta de los límites, las imposibilidades estructurales, de las relaciones de poder y de las dificultades para modificarlas, pero a la vez es preciso promover con audacia nuevos horizontes y animar, dinamizar y hacer productivas tendencias aunque no sean todavía dominantes.
Ya está larvándose una nueva Nafarroa que todavía no tiene una expresión institucional y creo que es función de las fuerzas soberanistas y democráticas en general darle forma y cristalizarla en un nuevo orden político, dicho de otro modo, pasar del «todavía no» al «ahora sí». Y destaco el papel del soberanismo porque es el único actor que ha formulado un horizonte de superación del régimen mediante el desarrollo de la capacidad de la sociedad navarra de autogobernarse plenamente para realizar políticas transformadoras.
Por supuesto, para quien la existencia del régimen del 78 y las relaciones de subalternidad y subordinación que la sociedad navarra tiene con el Reino de España no constituyan un problema, la perspectiva será otra. Quien considere justa nuestra sociedad y no vea en ella desigualdades estructurales ni relaciones de dominación, explotación y opresión, tendrá otro enfoque, pero para quienes aspiramos a que Nafarroa tenga el máximo nivel de autogobierno soberano y lidere con el resto de territorios vascos la construcción de una república avanzada, esta mirada es primordial.
Recientemente “Diario de Navarra”, haciéndose eco a su manera de alguna de estas corrientes de fondo, afirmaba que la identidad navarra está en riesgo ante el «cambio generacional» y el «peso nacionalista», en relación al vasco, no al suyo (español). El periódico de Cordovilla ha expresado así la preocupación de las élites reaccionarias navarras ante la evolución de nuestra sociedad y las palabras elegidas nos dicen mucho sobre cómo perciben la Navarra actual: no hay nada casual en optar por el concepto de «riesgo». La metáfora del riesgo es un clásico en la retórica reaccionaria, que pretende de este modo generar alerta, crear miedo ante el cambio y legitimar la adopción de medidas autoritarias para poner fin al peligro.
Los temores del referente y enclave fáctico de la derecha navarra nos ilustran sobre el camino a seguir para democratizar Nafarroa. Donde ellos ven riesgos, se abren palancas para el cambio social. A fin de cuentas, ¿qué teme “Diario de Navarra”? Por responder con brevedad: la democracia y la transformación social hacia formas más igualitarias que eliminen privilegios y pongan fin a la concentración del poder en unas pocas manos, eso es lo que temen desde hace más de cien años. Cuando en “Diario de Navarra” se habla de una identidad navarra en riesgo, se hace desde una perspectiva concreta que pretende suplantar la diversidad social, que ven como un peligro. El viejo mantra «que vienen los vascos» está cada vez más fuera del tiempo histórico, pero ante la falta de nuevas propuestas y narrativas, es el único banderín de enganche que puede esgrimir este periódico mientras brillan navajas en las peleas internas de la derecha navarra.
La iniciativa no está ya en sus manos (por eso ven un riesgo en el cambio generacional) y eso es algo que no pueden soportar, pero la dirección dominante en este tiempo de transición no está decidida de antemano y las elecciones del 28 de mayo van a ser decisivas para fortalecer o debilitar los proyectos enfrentados. En nuestras manos está seguir abriendo el campo político para desmontar desigualdades, superar injusticias y construir nuevas mayorías para cristalizar un orden político más justo, en el que la sociedad tenga la palabra y la decisión. Quienes perciben el avance social como riesgo no van a quedarse parados y aunque estén a la greña, van a resistirse a perder poder. Una sociedad activada y movilizada y una izquierda soberanista fuerte y determinante son las mejores garantías para evitar retrocesos y posibilitar nuevas conquistas sociales.