Dabid LAZKANOITURBURU

Victimismos, victimarios y víctimas

Pocos pueblos, o miríadas de pueblos, han sufrido tanto -con las debidas reservas, heredadas del eurocentrismo- como los que han compuesto a lo largo de la historia el universo imperial ruso, y durante setenta años soviético. Los 27 millones de muertos, no solo rusos, en la II Guerra Mundial, con los criminales sitios nazis de Leningrado, Stalingrado y hasta casi Moscú, han devenido en símbolo de la barbarie nazi.

La historia de un imperio, el ruso, en continua expansión territorial, y colonial, para evitar ataques e invasiones, explica, en parte, el alma rusa, ese «Russkiy Mir» que es una mezcla de nostalgia y de homenaje, legítimo y tan humano, a tanto sufrimiento histórico.

Ocurre que de ahí al victimismo hay una delgada línea, como atestiguan, salvando las distancias, otras experiencias históricas como la serbia (la derrota de Kosovo Polje o campo de los mirlos) e incluso, me atrevería a decir, la española.

Y es incluso a veces menor el salto de pasar del victimismo a victimario, como comprobamos desde hace 75 años, y estos días, con Israel y el holocausto contra los judíos.

Una idea para cerrar el triángulo. Putin reiteraba ayer su discurso victimista para justificar su condición de victimario. Pero las diatribas de Wagner contra el Ejército ruso desde Bajmut evidencian crecientes tensiones en el seno de las élites del Kremlin. Que podrían convertir a su inquilino en víctima. Y hacer que echáramos un día de menos su «¿moderación?».