Raimundo FITERO
DE REOJO

El ruido marrón

Los otorrinolaringólogos tienen archivados por colores los tipos de sonidos que nuestros aparatos propios son capaces de detectar en estado latente. Así que, sin enmendarle la plana a ningún especialista, cuando se intenta descubrir desde la aporía más primitiva lo que se entiende como positivo en el denominado ruido marrón, o te quedas en el porche de sus enunciados o acabas sometido a un ciclón de movimientos sonoros que no puede determinar otra función que una conceptualización política del sueño, el relax o la paz interior.

Se trata de codificar a todos esos individuos de nuestra especie que necesitan para acudir a los brazos de Morfeo una suerte de ruido cifrado, un mantra que puede estar formado por músicas, sonidos variados, especialmente que estén cargados de las frecuencias más bajas que van acondicionando nuestra mente hacia un lugar acomodado donde entrar en una primera fase del sueño. La cuestión es que desde diferentes estudios del asunto se llegan a conclusiones que todas abocan a una degeneración transitoria.

¿Cuántas personas se duermen cotidianamente escuchando la radio deportiva, música incidental o debates políticos? Las televisiones en los dormitorios son habituales y se usan como sonajero o dormidera. Apostar por un tipo de ruido marrón que nos convenga es una elección política de primera instancia. Escuchar ese ruido color mierda sufrida sobre las candidaturas de EH Bildu, forma parte de una terapia de choque que pretende convertir los atardeceres en el bosque en amaneceres en el cuartel.