Txoli MATEOS
Socióloga
JOPUNTUA

Iguales y diferentes

El pensamiento progresista desconfía de la excesiva reglamentación de la vida social y en su base se encuentra la adoración que sentimos por la libertad individual. ¿Quién se atreve a decir que está en contra de la libertad? El enfado que se adueñó de una parte de la sociedad durante la pandemia contra el pasaporte sanitario es solo un ejemplo.

El aborto y la eutanasia son dos grandes temas que tienen como última justificación la libertad individual para decidir cómo vivir y cómo morir. En este sentido, se puede decir que somos más liberales de lo que creemos. Pero la democracia tiene, obligadamente, un lado reglamentista gracias al cual se pueden implantar políticas que contribuyen a construir una sociedad más justa. Como su base es la búsqueda de la igualdad, se corre el peligro de confundirla con el desprecio por la diversidad cultural y la intolerancia frente a otros modos de vida. Francia, por ejemplo, tiene una gran tradición democrática pero es extremadamente recelosa de la libertad para cultivar la identidad de grupo. Así lo demuestran las polémicas sobre el yihab de las mujeres islámicas que se producen desde hace décadas.

Precisamente, la eterna crítica de todas las versiones del soberanismo vasco hacia los Estados español y francés ha sido el empeño de estos en homogeneizar todo su territorio, lo que puso en peligro de muerte al euskera y la cultura vasca. Pues en este momento, algunas ideas progresistas sobre el camino por donde deben transitar la lengua y la educación tanto en Navarra como en la CAV se acercan a ese estilo jacobino que tantas veces hemos criticado.

Más de un estudioso del tema lo ha advertido: los nacionalismos subestatales corren el peligro de repetir los mismos esquemas que los Estados dominantes han aplicado contra su cultura, haciendo caso omiso de su diversidad interna. ¿Podemos vivir juntos, con derecho a discrepar y buscando la igualdad, sin tener que ser culturalmente idénticos?

No existe una respuesta sencilla.