Itziar ZIGA
Escritora y feminista
JOPUNTUA

Yo pongo el culo, compañero

Hace poco, prodigándome carnalmente con una lady bastante más joven que yo, me preguntó ella: cuándo cataste hembra por vez primera. Al contestarle que fue a mis 22 años, la zagala me reprobó con la mirada, medio decepcionada, como si tuviera delante, por no decir adentro, a una señora armario. Contextualicé: nena, nací en 1974. Hasta 1990, la OMS nos consideraba a las mariconas enfermas. Y seguimos a nuestros lúbricos asuntos. Su estupor no me ofende, al revés, me enorgullece. Su estupor es una victoria nuestra, y mía. De todas las torcidas que no nos escondimos, de todas las millones de veces que me magreé, lujuriosa e impúdica, con otras chicas en medio de la calle, en cualquier puto sitio, en las últimas décadas. Para que las chavalas de género y deseo desordenados sean más posibles, como queers, lesbianas, mariconas, pansexuales, no binaries, y todo a la vez. No creo en el progreso, solo confío en nuestra terquedad.

En 1986, Pedro Lemebel se dibujó una hoz y un martillo con maquillaje negro sobre base blanca cruzando su cara, se alzó sobre sus tacones y se plantó en una asamblea del partido comunista chileno, al que pertenecía, para espetarles su manifiesto poético-político “Hablo por mi diferencia”. He presenciado a tantas maricas de ultramar recitarlo entero, siempre me ponen los pelos como escarpias. Maricón, pobre, indio y malvestido, en sus propias palabras, les reprochó a sus camaradas tanta homofobia: «yo no pongo la otra mejilla, pongo el culo, compañero». Nacido el 1952, escritor, performer, artista plástico, chapero, profesor hasta que lo echaron por afeminado, activista, concluyó su gesta con esta petición: «hay tantos niños que van a nacer con una alita rota, y yo quiero que vuelen, compañero. Que su revolución les dé un pedazo de cielo rojo, para que puedan volar».

Zorionak a la feminista supremacista y tránsfoba Amelia Valcárcel por salir del armario pidiendo el voto para el PP. Como me dice mi amada puta trans Veronika Arauzo por teléfono, no más conocemos la buena nueva: las caretas ya se van cayendo, hermana.