Koldo LANDALUZE
INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO

El último chasquido de un látigo inolvidable

La última aventura del arqueólogo Indiana Jones es un auténtico vendaval de nostalgia bien entendida y todo un tributo a un personaje que nos ha hecho disfrutar mucho en la pantalla. Ignoramos cómo hubiese sido esta despedida en manos de Spielberg, pero de lo que sí tenemos total certeza es que James Mangold se ha revelado como un director muy oportuno para afrontar el difícil reto que suponía sacar adelante semejante proyecto.

Además de aportar su mirada externa, Mangold es un tipo que sabe desenvolverse en muy diferentes proyectos, un artesano que ha sido capaz de filmar la ruta sonora de Johnny Cash y de mostrar el crepúsculo de Lobezno con igual calidad. Teniendo en cuenta la presencia totémica del protagonista, lo que ha hecho el director es orquestar alrededor de su figura otoñal una aventura en toda regla, respetando al máximo el propio peso del tiempo y el encanto del aventurero que nunca pierde su sombrero.

Entretenimiento y emoción

“El dial del destino” nunca alcanza la calidad de las tres primeras, sobre todo las dos iniciales, pero es muy superior a la fallida “La calavera de cristal”, la cual parecía orbitrar en un incómodo territorio de nadie y que, en esta oportunidad, ha corregido su ruta gracias a una brújula centrada en una historia que avanza en un continuado crescendo. La polémica surgida en torno al uso del CGI, que sirve para rejuvenecer a Indiana Jones en algunos tramos obligatorios, no chirría técnicamente y aporta un toque muy interesante y divertido al conjunto. Otro de los aspectos que se han tenido en cuenta es la galería de personajes secundarios y, en este apartado, brillan con luz propia las presencias de Phoebe Waller-Bridge y un Mads Mikkelsen que aporta un gran empaque al villano de esta función entretenida, divertida y emocionante.