Koldo LANDALUZE
VESPER

Había una vez, un mundo asolado llamado Tierra

Una de las propuestas de ciencia ficción más interesantes de los últimos tiempos y que vuelve a recordarnos que, a pesar de contar con un presupuesto modesto, todavía es posible crear un proyecto original y con grandes atractivos visuales que nada tienen que envidiar a las superproducciones. A pesar de contar con producción belga, se trata de un filme lituano que explora las vertientes de la distopía desde una postura muy humanista, a través de un envoltorio narrativo que nos recuerda a los cuentos clásicos. Escenificada en un planeta Tierra arrasado y sobreexplotado, topamos con una niña que cuida de su padre paralítico en una cabaña.

UN FUTURO INQUIETANTE

La protagonista se embarca en un viaje iniciático en el que topamos con cuestiones tan reconocibles como la explotación infantil, problemas éticos derivados de la necesidad de crear seres sintéticos, un temible ogro humano al que ha dado vida el excelente actor Eddie Marsan y la necesidad de igualdad de condiciones en un mundo cada vez más vapuleado por el capitalismo salvaje.

Todo ello dentro de un selecto envoltorio visual en el que, a pesar de encontrarnos en un mundo postapocalíptico, crecen plantas que adquieren extrañas e inquietantes formas. Kristina Buozyte y Bruno Samper han dado forma y sentido a un proyecto a tener en consideración, no solo por su armazón argumental, sino por una galería de personajes muy bien perfilados. Ejemplo claro de ello es la poderosa interpretación que realiza su personaje central, encarnado por Buozyte, la cual podría compartir un nuevo viaje por páramos arrasados junto a Bella Ramsey (“The Last of Us”).