Amparo LASHERAS
Periodista
AZKEN PUNTUA

Los inexplicables caminos de la memoria

Mi madre tardó años en contarnos que ella y su hermana se encontraban jugando en la plaza Andikona cuando el 22 de julio de 1936 los franquistas bombardearon Otxandio. Éramos ya mayores cuando nos habló de la huida por el monte hacia Bilbo. A pesar del tiempo transcurrido recordaba con nitidez el puerto, el barco en el que estuvieron a punto de embarcar o el hambre y el cansancio por los senderos de la frontera hasta los campos de refugiados. Nunca supimos que, al terminar la guerra, Aristarco, Aris, comunista y el mejor amigo de mi padre fue hecho prisionero y llevado a Canarias, a un campo de trabajo forzoso. Tampoco conocíamos que Segundo, otro amigo, fue asesinado durante la fuga de Ezkaba en 1938. La historia me la contó no hace mucho tiempo, en una comida por los presos, Lander, el nieto de Aris. Eso fue el franquismo, silencio y miedo, nunca olvido, una oscuridad fascista donde se condenó la primavera de la clase trabajadora y a los besos más jóvenes les llamaron pecaminosos. Con la proximidad del 18 de julio la memoria siempre encuentra caminos inexplicables para reconstruirse y combatir la arrogancia de los que aún se creen vencedores. Basta dar sentido al pasado, a un recuerdo, a una historia, a una mano cansada que aprieta la tuya mientras habla y pone nombre a su vida.