Pablo ANTONIO NABARRO
KOLABORAZIOA

Revolución y reconstrucción

Una de las obras del músico, compositor y pianista Franz Liszt titulada “Estudios de ejecución transcendental” contiene una docena de temas de corta duración, no por ello menos importantes, de las cuales una de ellas lleva el título de este artículo. Una obra que conocía a través de un CD titulado “Ricordanza” e interpretada por el también pianista, músico y compositor de origen libanés Serouj Kradjiam y que últimamente la escucho con cierta frecuencia en mi pequeño oráculo.

Su título me parece sugerente habida cuenta de los importantes acontecimientos que estamos viviendo aquí y en el resto del mundo, concretamente en Europa. Una Europa convulsa, al igual que lo fue en el siglo XIX, y en la que le tocó vivir a Liszt, un músico poeta romántico que, de alguna manera, revolucionó su entorno cultural creativo dotando al piano la cualidad de ser el instrumento más representativo del romanticismo.

Hubo revoluciones en el siglo XIX, continuaron en el XX, y sin ningún género de dudas se producirán también en nuestro siglo, tanto en Europa como en el resto del mundo, unas progresistas, otras reaccionarias, todas con distintos sujetos revolucionarios y todas con la misma vocación de socavar el actual desorden existente. Unas triunfarán y otras fracasarán.

La pulsión revolucionaria, como las luchas de clases, es inherente a la condición humana en su anhelo por la justicia, la libertad individual y colectiva, la creatividad, una vida digna, la solidaridad... Está ahí dentro de cada una de nosotras reprimida, aletargada, en estado latente como un león dormido y que cada cierto tiempo, cuando se dan determinadas circunstancias objetivas y subjetivas, esa pulsión despierta de forma abrupta, violenta la mayoría de las veces.

Son las estrategias, liderazgo, las relaciones de fuerzas las que después determinan el éxito o el fracaso de la pulsión y los consiguientes procesos de reconstrucción. Algo de eso sabemos en Euskal Herria tanto de su pasado como de su historia más reciente o cómo se han dilucidado otras pulsiones como en Francia, por ejemplo, primero con los chalecos amarillos y, recientemente, con la lucha contra el recorte de las pensiones.

De hecho, lo que subyace en el enquistado conflicto ruso-ucraniano no es sino la deriva errática de una revolución auspiciada desde Europa-OTAN-EEUU cuyas consecuencias -en el mejor de los casos- son más que previsibles: Ucrania, un Estado fallido con una economía de guerra y centenares de miles de soldados y civiles muertos; Rusia, desgastada militarmente, no tanto económicamente como algunos pretenden y también con centenares de miles de soldados y civiles muertos a sus espaldas; y Europa, títere de la OTAN-EEUU, condenada a la intrascendencia política, cultural y económica en un nuevo desorden mundial y con muchos conflictos internos por resolver.

Ha habido un debate recurrente sobre la dialéctica reforma-revolución tratándolas algunos como antagónicas y otras, en las que me incluyo, que creemos son complementarias y a los hechos me remito.

No cabe duda que la lucha por la república vasca al igual que la catalana y gallega tienen por sí mismas una gran carga ideológica revolucionaria sin necesidad de aditivos retóricos panfletarios, sin que ello impida que en el proceso se consigan reformas que las faciliten y que, llegado un momento de eclosión, esta sea lo menos traumática posible, es decir, con el mínimo coste social, político y económico.

La partitura de Liszt está formada por dos tiempos: Heroica y Preludio. Heroica y épica se me antojan las negociaciones para la formación de un gobierno de progreso en el Estado. Hacer y decir lo mismo, repetir los mismos mantras nos conduce a la nada, al bucle interminable de la fallida transición. El Preludio, en nuestro caso y concretamente de EH Bildu, lo constituyen sus magníficos resultados de las últimas elecciones. En la incertidumbre todo es posible.