Koldo LANDALUZE
CRÍTICA: «GRAN TURISMO»

Un entretenimiento tan vibrante como previsible

Siguiendo la estela de la serie “The last of Us” y el largometraje “Uncharted”, nos llega otro proyecto apadrinado por Playstation Productions y en un nuevo intento -o reto- que supone hacer atractiva una nueva adaptación cinematográfica basada en un videojuego. Para evitar cualquier tipo de problema en este sentido, sobre todo siempre lastrados por guiones que poco o nada tienen que decir sobre imágenes que dan soporte a historias virtuales, los responsables de “Gran Turismo” han optado coherentemente por alejarse de la trama del videojuego homónimo y se han centrado en un caso real relacionado con el citado producto de entretenimiento.

En concreto, en la historia de Jann Mardenborough, un jugador de la popular videoconsola que se clasificó para la GT Academy tras ganar una competición online y logró superar las difíciles pruebas que le llevaron a convertirse en piloto de carreras en la vida real.

Esta propuesta sobre superaciones personales ha contado al mando con el director Neill Blomkamp, un cineasta que sorprendió con su debut en 2009 con “Distrito 9” y que desde entonces se ha mostrado como un autor que sabe manejarse en proyectos que requieren de efectos digitales y acción. Siguiendo las pautas de películas como “Le Mans 66” o “Días de Trueno”, el sudafricano ha plasmado en la pantalla un vibrante espectáculo de carreras automovilísticas, salpimentada con secuencias espectaculares que ha alternado con una historia en la que sus personajes al menos tienen algo que contar y a pesar de que se su trama es muy previsible. Tal es el caso de los roles encarnados por el protagonista Archie Madekwe, bien secundado por David Harbour y Orlando Bloom.