El «padrenuestro» del Athletic
Menudo notición! Los jugadores del Athletic de Bilbao antes de salir al césped rezan en santa unción un padrenuestro. Ha causado más revuelo este descubrimiento que las tetas de Amaral. Y, como secreto que era, guardado como un tesoro, como si se tratara de un santo Grial o cáliz del que durante años -el Athletic se fundó en 1898-, habían bebido, metafóricamente hablando, sus jugadores más emblemáticos, aportando al club una cantidad soberbia de trofeos balompédicos.
Menudo descubrimiento. Resulta que, ahora, el Athletic no ganaba por jugar bien, sino porque la Divina Providencia estaba de su lado. Y esa es la razón por la que el club ha llegado a ser uno de los grandes equipos la Liga española de todos los tiempos. No se aclara si el padrenuestro se rezaba en euskara o castellano, porque, caso de recitarse en el primero, seguro que, quienes se han alegrado de esta tradición, habrían dejado de hacerlo.
En 1934, un periodista preguntaba por qué el Athletic de Bilbao era la mayor potencia futbolística de España. La gente del común lo achacaba «al clima, al xirimiri, al chacolí, que ejercían una influencia decisiva sobre el individuo, desarrollándole las extremidades inferiores o dotándole excepcionalmente». Pero no era eso, no. Según este analista lo era por «su fábrica futbolística que se nutría de jugadores exclusivamente regionales de la casa» (Diario de Navarra, 16.3.1934).
Pero el hombre también se equivocaba. Ahora se ha sabido que la causa de esa fortaleza futbolística estaba en que, antes de salir al campo, el equipo rezaba al Omnipotente un padrenuestro. Lo que visto con carácter retrospectivo significaría que esa Omnipotencia celestial no ha sido tan enemiga de los nacionalistas vascos, aunque fueran bizkaitarras, hijos de Sabino, racistas perdidos, como dijo siempre el franquismo.
Las derechas dicen que Dios nunca fue nacionalista y, menos aún, separatista. Pero, entonces, tendrían que explicar cómo la Divina Providencia permitió que un equipo de fútbol inspirado por la burguesía nacionalista vasca, bizkaitarra y separatista humillara al resto de los equipos que blasonaban ser más españoles que Viriato.
Pero, sea como sea, la actual evidencia es que el canal de comunicación entre Dios y el Athletic ha hecho agua. No se sabe cuándo ocurrió ese distanciamiento, pero ahí está. Algo serio, porque, desde hace un montón de años, el Athletic no se jala una liga y una copa. Exactamente, desde hace 31 años la liga y la copa del rey 38.
La desafección por parte del Altísimo hacia el Athletic parece evidente. Y la pregunta es esta: «¿Acaso el padrenuestro que rezan los pupilos de Valverde ya no es el mismo que recitaban los “piadosos” Gainza, Iriondo, Panizo, Zarra y Venancio?». Lo parece. Iker Muniain ya ha dicho que el no es creyente y que los jugadores de ahora ya no son tan religiosos como los de antes. Y a Dios, como decía san Pablo, no es fácil dársela con queso.
Al Athletic le falta fe. No en las tácticas del entrenador a la hora de encarar los partidos, sino fe en la Divina Providencia. Los jugadores de hoy ya no rezan como sus padres putativos de antaño. Su «Gure Aita!» no agrada al Altísimo. O, quizás, sí, y la causa esté en el propio Altísimo, que ha caído en la cuenta de que no podía seguir siendo tan sectario, apoyando a unos y machacando a otros. Y en esto tiene sobrada experiencia. Ahí está, si no, su amargo recuerdo de los golpistas de 1936, muy creyentes, sí, pero usando su nombre para justificar sus infamias. Y eso no puede seguir así. No es muy justo repartir éxitos futbolísticos en función de las plegarias. Además, cada vez que eso sucede tiene que enfrentarse a una situación muy desagradable. ¿Qué hacer cuando se enfrentan Osasuna y Athletic? El primero pide el triunfo a su santo Javier y el segundo a la Santísima Trinidad. Zer egin? Pues lo que prescribe el sentido común: mandar los dos equipos a la constelación de Orión y que gane el mejor.
No sé si Santo Tomás se lo planteó alguna vez, es decir, ¿cómo debe actuar Dios ante la misma petición realizada por dos entidades distintas, sean personas, instituciones, partidos políticos y ejércitos en una guerra que piden por separado y de forma simultánea la destrucción del rival? La cuestión es tonta, pero no baladí. Máxime si se piensa que los entendidos en estos enigmas aseguran que el “Gure Aita” bilbaíno es «una expresión de la identidad y los valores del equipo, un vínculo con la historia y la cultura del Athletic Club». Vamos, casi como el euskara, el aurresku y el marmitako.
Y el asunto tiene recorrido, pues, «la persistencia de esta tradición en el equipo femenino también subraya su importancia en la institución». O sea, que lo del padrenuestro va en serio y no es una patochada. Tan en serio como lo de Osasuna postrándose ante cada comienzo de liga ante Patxi, el impaciente.
¿Solución? Difícil, a no ser que los clubs no confundan el pepino con la pasta dentífrica, perdón, la religión con el deporte. Piensen en lo que decía Kant: «La oración (en este caso el padrenuestro) es una ilusión supersticiosa frente a un ser que en modo alguno necesita que el que desea le declare su íntima actitud fundamental, mediante la cual, nada se hace y nada se cumple». Vamos, que Dios sabe perfectamente lo que uno necesita sin pedírselo. Si no te lo da, por algo será.
El Athletic tiene en su mano no crearle a Dios todos los domingos de fútbol un problema teológico. Ya tenemos bastante con los de Munilla. ¿Renunciará a su rezo? No lo creo, porque, si tal plegaria se ha elevado a parte esencial de la «identidad del club», será muy difícil quitársela de encima.
Cuando Europa se desangraba en la Gran Guerra, muchos se preguntaban: «¿Qué partido debía tomar su augusta divinidad, a favor de los alemanes o de los franceses que le rezaban a la misma hora y con las mismas preces: “¡Señor, ayúdanos a machacar a nuestros enemigos”?» (Marc Ferro, La Gran Guerra (1914-1918).
¿Como ante un partido de fútbol? Igualico.