Dabid LAZKANOITURBURU

Nervios en EEUU por la marcha de la contraofensiva

La visita a Kiev de Blinken llega precedida por una batería de críticas desde el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional sobre la estrategia de la contraofensiva ucraniana, que ya supera los tres meses. Altos oficiales refugiados en el anonimato han achacado su lentitud e ineficacia a la dispersión de sus tropas en al menos tres frentes.

Insisten en que el Ejército ucraniano debería haber concentrado sus esfuerzos en el frente central de Zaporiyia con Tokmak (30.000 habitantes) y Melitopol (150.000) como objetivos para cortar el corredor entre Crimea y Rusia a través de la costa del Mar de Azov. Ucrania trata de avanzar en otra ofensiva paralela desde el este de Zaporiya en dirección a la ciudad-puerto de Mariupol.

Más al este aún, en Donetsk, los ucranianos tratan con un segundo frente de cortar la línea de suministros rusos a Bajmut y de recuperar el control de la ciudad, lo que es duramente vilipendiado por esas fuentes. Washington ya criticó oficialmente la numantina resistencia ucraniana en Bajmut, enclave del que aseguraban que no tenía gran importancia estratégica más que la del simbolismo de su caída final tras ocho meses de ofensiva rusa (protagonizada por Wagner).

Un tercer frente al oeste, en Jerson, que tiene más de maniobra de diversión, estaría igualmente provocando grandes bajas y despilfarro de una munición de cuyo suministro, no se olvide, Ucrania depende de Occidente, además de los repuestos y el reforzamiento de sus ya agotados arsenales.

Ucrania justifica su contraofensiva en frentes en un intento de mantener desplegados a los rusos en cientos de kilómetros y que no se centren en el eje Tokmat-Mellitopol, de por sí el mejor defendido por sucesivas líneas de defensa con minas y dientes de dragón.

Más allá de réplicas y contrarréplicas, lo que está claro es que Ucrania necesita tiempo y muchos recursos (tanques, cazas, hombres...) para mantener el pulso con una Rusia a la que le basta con defender lo -poco- conseguido. Y en EEUU, que ya ha gastado la friolera de 44.000 millones, se acerca una campaña electoral presidencial con un Biden incapaz de rentabilizar sus éxitos económicos y un Trump procesado pero al acecho.