Álvaro REIZABAL
Abogado
JOPUNTUA

Honra sin barcos

Ha empezado ya Feijóo en su incomprensible huida hacia delante, hacia la nada, a utilizar argumentos que justifiquen su más que previsible derrota en el intento de lograr la investidura, lo que no ocurrirá salvo que se guarde un as en la manga, algo que parece descartado salvo sorpresa tan mayúscula que incluso a él sorprendería.

Dice que si aceptara todo lo que él afirma que su rival va a aceptar con el único objetivo de perpetuarse en el poder, ya tendría los apoyos necesarios para la investidura, aunque no tenga ni pajolera idea, ni mucho menos prueba alguna, de cuáles serán esas condiciones que en su imaginación Sanchez tendrá que aceptar para ser investido, y plantea concentraciones para protestar contra una ley de Amnistía que, lamentablemente, ni siquiera se ha planteado ni como anteproyecto.

Excusas de mal perdedor, ponerse la venda antes que la herida, para tratar de paliar los efectos de una derrota que se ha ganado a pulso por su obstinación en postularse para algo que se apreciaba imposible por mucho que se empeñara en su argumento de que había ganado las elecciones.

Su discurso recuerda a aquel de Felipe II cuando cayó derrotada su «Armada Invencible» que a la postre resultó mucho más vulnerable de lo que pensaba. Dicen que dijo que no había mandado sus barcos a luchar contra los elementos, como si la derrota fuera por la mala mar y no por la demostrada superioridad de sus enemigos. Algo parecido a «lo de más vale honra sin barcos que barcos sin honra» también utilizado por alguien cuando les habían dado hasta en el carné de identidad.

Así, el gallego pretende ser el ganador moral de esta batalla: él es bueno, y no se presta a conseguir ser presidente a cualquier precio; a diferencia de su contrincante, que con tal de conseguir el poder es capaz de tragar carros y carretas. Pero oculta que el juego consistía en meter el balón en la portería contraria, es decir, en conseguir votos suficientes para ser investido presidente, que -se diga o no- es el fin perseguido por ambos, y no en quién era el más jatorra.