Anjel ORDOÑEZ
Periodista
JOPUNTUA

Quinta columna

Mañana comienza en Madrid el sainete de investidura de Alberto Núñez Feijóo como presidente del Gobierno del Estado español. Todo indica que el político gallego no alcanzará un objetivo que hace apenas unas semanas daba por hecho, y que será Pedro Sánchez quien tenga que afrontar el complicado reto de lograr una mayoría todavía sin cerrar para evitar que se disuelvan las Cortes y se reinicie el proceso electoral. Este es el guion que parece contar con más respaldo entre los analistas políticos.

No obstante, y aunque puede sonar muy remota, hay una opción que planea cual inquietante sombra sobre todo este complejo escenario: el transfuguismo. El PP no ha dudado en hacer un llamamiento, más o menos explícito, a la traición en las filas de Sánchez ante la votación de mañana.

Y aunque no parece probable que esta fórmula prospere, sí ha servido para dar más visibilidad a algo que no es nuevo, pero sí cada vez más llamativo: el extraordinario peso y apoyo mediático del quintacolumnismo en el seno del PSOE. Algo que no pasa desapercibido en Ferraz. Después de mucho tragar, la Ejecutiva ha decidido dar un primer paso: la expulsión de Nicolás Redondo como militante del partido por sus reiterados actos de menosprecio a las siglas. ¿Aviso a navegantes? Pues de poco ha servido.

La semana pasada, a las puertas de la investidura y con el fantasma del transfuguismo paseando por los pasillos del Congreso, Felipe González y Alfonso Guerra no dudaban en tildar en público a Pedro Sánchez de «desleal» y «disidente». No es de extrañar. El sendero por el que discurre haciendo equilibrios casi imposibles el «sanchismo» viene a cuestionar en el fondo los acuerdos de aquella «transición» que estos hoy octogenarios quintacolunistas firmaron, entre otros, con los herederos de la criminal dictadura franquista. Y no les ha ido mal. González ha amasado durante décadas una de las mayores fortunas del Estado y la pasea sin rubor junto a magnates de medio mundo, sacando tiempo, eso sí, para sacudir a Sánchez cada vez que le acercan un micrófono. Y lo borda.