Confieso que he dormido mal. Confieso que ando con una suerte de angustia de efectos retardados. Esta farsa del Borbón, Feijóo y los medios de comunicación de la caverna me mantienen al borde un ataque de cordura. Si existen de verdad los libros de sesiones donde se reflejen todas las intervenciones con todos los detalles y matices, probablemente las que ahora mismo se están escribiendo son las más escandalosamente despreciativas de cualquier verosimilitud con lo que se proclama que debe ser la política.

Me explico. Feijóo lleva dos meses mintiendo, introduciendo un relato golpista en la vida cotidiana. Algunos se lo han comprado porque era de regalo y otros , al parecer, han decidido desmontar esta impostura poniéndole un espejo parlamentario: Óscar Puente. Fue duro, por momentos sarcástico, pero es la mejor jugada táctica de Sánchez en años. No contestar al pájaro espino del fascismo recoleto fue una magnífica opción. Todo era una gran mentira, y si llega y dice que no va a ser presidente porque no quiere, entonces ya entramos en un estadio de autoficción de adolescente político en coma. En términos de guion, insuficiente. En términos de interpretación, suspenso.

Me pareció muy apropiado y oportuno el varapalo de Puente a Feijóo. No entiendo que posteriormente se ofendan por la forma dura y sin respiro del discurso desde Yolanda Díaz a Pablo Iglesias, pasando por esos tertulianos del extremo centro. Y ahí entro en barrena en mi portentoso espíritu navideño y proclamo que voy a dedicarme a escribir recetas de asador con carbón digital. Mañana algo más.