GARA
BILBO

Ponen en evidencia el uso propagandístico de los musicales de Hollywood

Manu Arregui expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbo el proyecto con el que busca «analizar y subvertir tanto el lenguaje cinematográfico y coreográfico de los musicales hollywoodienses producidos por el tándem Ziegfeld/Berkeley como el de los desfiles gimnásticos propios de los regímenes totalitarios».

Imagen de la muestra.
Imagen de la muestra. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

Manu Arregui (Santander, 1970) pone en evidencia el uso propagandístico que, a su juicio, tuvieron los musicales cinematográficos de la factoría Hollywood entre los años 30 y 50 del pasado siglo en “Armonías de senectud” (2020), que se expone en el Museo de Bellas Artes de Bilbo hasta el 7 de enero en su programa de becas Multiverso.

Trata de desmontar valores «aparentemente inocuos como el ideal de juventud blanca y atlética, la disciplina de las coreografías sincronizadas, la alegría y el glamour», que transmitían los musicales producidos por Ziegfeld/Berkeley a mediados del siglo XX.

La instalación, que se podrá ver hasta el 7 de enero, es una instalación multicanal en tres pantallas, que incluye el cuerpo del espectador como un elemento más, al obligarle a transitar por una narración no lineal. En opinión de Arregui, «el cine musical producido por estos profesionales se convirtió en «un ejercicio de evasión y propaganda sobre la visión heteropatriarcal del rol de la mujer en una industria activada por el deseo masculino». «Frente a la visión despolitizada que se ha ofrecido del género musical, debemos plantear que el glamour y la nostalgia romántica en forma de fantasía escapista para distraer a la ciudadanía en tiempos difíciles no estaban exentos de ideología». «Al igual que los fascismos, fomentaban la implantación de un único modelo de masculinidad y feminidad, la separación de roles promociona un entorno racista, antiintelectual, antifeminista y LGBTIQ+fóbico», agregó en la presentación de ayer.

SÁTIRA

Arregui reúne en su obra a un grupo de veteranas bailarinas que, con ritmos sincopados y en ocasiones desnudas, desafían los estrictos códigos morales establecidos en aquellas décadas y que ahora resuenan nuevamente en las prohibiciones de las grandes plataformas digitales. «Pretende burlar y celebrar esos valores estéticos con una mirada no misógina, con cuerpos que no operen en la cosificación impuesta por los hombres, haciendo así una sátira del deseo masculino», indicaron responsables del museo.