Floren AOIZ
@elomendia
JOPUNTUA

50 años de un «golpe maestro»

Un 20 de diciembre de 1973 ETA acabó con la vida del almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno franquista. En palabras del entonces director general de Seguridad del Estado español, aquello fue «un golpe maestro», incluso «uno de los magnicidios más importantes del mundo junto con el de Kennedy», un atentado que «cogió por sorpresa a todos los del Servicio de Información». Al tipo la «sorpresa» le costó el puesto, lo que nos da alguna pista sobre cómo metabolizó el franquismo aquel golpe.

Carrero Blanco fue, según Javier Tusell «la eminencia gris del régimen», uno de los protagonistas de las grandes decisiones de la dictadura desde 1942. Conviene recordar que, obsesionado con garantizar la sucesión de Franco, desempeñó un papel clave en las operaciones desplegadas para cumplir aquello de «atado y bien atado». El emérito de los mil chanchullos siempre estuvo agradecido a Carrero, sabedor del papel que había desempeñado.

Es sabido cómo hacía las cosas el franquismo y el propio Carrero Blanco lo verbalizaba sin complejos «emplear todos los resortes que el Gobierno y el Movimiento tienen en su mano sobre la base de que es moral y lícito imponerse por el terror cuando este se fundamenta en la justicia y corta un mal mayor». La memoria de este individuo que pretendía -y tenía poder para hacerlo- «imponerse por el terror» es, sin embargo, protegida por la legislación española como «víctima del terrorismo».

Así se hizo la transición, monitorizada en sus pasos previos por el propio Carrero y continuada después por elementos surgidos de la misma jerarquía franquista. Y cuando 50 años después se intenta, aunque con muchas vacilaciones, abrir los melones que quedaron cerrados, resuenan llamadas a actuar para defender España, cueste lo que cueste. Aznar, que no es el rey de la sutileza, ha llamado a «no inhibirse» y «asumir los riesgos». 50 años no es nada, cantaba Gardel.