Raimundo FITERO
DE REOJO

La marca del dinero

El dinero siempre está marcado. Ni blanco, ni negro, ni tiene otro color que el del poder. El dinero nace, crece y se reproduce para crear miseria sobre la que fermentar su falta de escrúpulos. Así que, una vez superado el salario mínimo, el precio convenido, el caché por tus servicios, el precio del gas y el pan, vivir sumergidos como hacemos en los resultados de la banca, de las energéticas, las subidas y bajadas de la Bolsa y el aturdimiento que nos provocan los lujos ajenos, nadie puede tirar la primer lenteja al cristal donde nos reflejamos.

Ando susceptible sobre esa falsa ética sobre el dinero de los otros y me ahogo en preguntas tontas, ¿es más limpio el dinero de la especulación con materias primas que el del petróleo? O más aún, las comisiones bancarias, el precio de los alquileres o la atención sanitaria privada, ¿son más virtuosas que la venta de toneladas de crudo? Estamos viviendo una suerte de paradoja fuera de la normativa coyuntural, donde se aplaude con las orejas todo lo que sea el capitalismo feroz, pero de repente cuando a un deportista de elite se le ocurre aceptar una de esas ofertas que forman parte del espectáculo actual, se le señala.

Es un vasco que vive en USA, se llama Jon Rahm, es de los mejores golfistas del mundo, tiene dinero para que su familia no tenga problemas, pero quinientos millones largos de dólares, es difícil de rechazar. ¿Qué son de Arabia Saudí? Pues sí. ¿Y qué? Si enumeramos todo aquello que viene de ese lugar donde se marca el dinero con petróleo e ideas antidemocráticas, nos quedamos solos. Desastre total.