Iratxe FRESNEDA
Docente e investigadora audiovisual

Se mueren los cines

Fascinado por un artilugio prometedor, el cine, Antonin Artaud dejó por escrito reflexiones sobre el medio cinematográfico para nada desdeñables. Compartía con los surrealistas, o lo hizo durante un tiempo, la idea del cine como un ente liberador del inconsciente, como un estímulo que puede agudizar la sensibilidad humana. No se equivocaba en esto, quizá no predijo el futuro que le esperaba. Su radical forma de pensar, le llevó a proponer “El teatro de la crueldad”, un teatro que sacaría al espectador de su complaciente y pasiva actitud frente a una puesta en escena que tan solo buscaba el entretenimiento. Fue parte de la historia del teatro y del cine y su rostro quedó inmortalizado en “La pasión de Juana de Arco” de Carl Theodor Dreyer. Creador incombustible, escribió numerosos guiones para el séptimo arte, pero tan solo vio transformarse en celuloide “La concha y el reverendo”. Germaine Dulac la dirigió por él, pero le hizo un flaco favor al no ser capaz de trasladar sus intenciones a la gran pantalla. En sus anotaciones sobre la película, Artaud diría: «Estamos a la búsqueda de una película con situaciones puramente visuales y en que el drama surge de un contraste hecho para los ojos, extraído, si puede decirse, de la sustancia misma de la mirada». La frase podría aplicarse hoy (si la entendemos) a nueve de cada diez películas que se estrenan en los cines comerciales.