EDITORIALA

Vía libre a la política migratoria de Le Pen

La política migratoria ha centrado el debate político europeo los últimos días, tanto en las instituciones comunitarias como en uno de sus pesos pesados, el Estado francés, que a última hora del martes aprobó la Ley Darmanin. Esta norma endurecerá, para gozo de una exultante extrema derecha, la situación de los migrantes en situación irregular. Aunque el foco se ha puesto en la ley gala, el acuerdo de la UE no le va a la zaga, ya que promete controles más estrictos y centros de detención cerca de las fronteras, para poder concentrar a aquellos que estadísticamente tengan menos posibilidades de ver aprobada su solicitud de asilo. Nuevas tecnologías al servicio de viejas y retrógradas políticas.

Son medidas que traicionan, tanto en Bruselas como, sobre todo, en París, la retórica sobre los principios fundacionales a los que tanto les gusta referirse a mandatarios como Emmanuel Macron, cuya debilidad ha quedado crudamente retratada estos días. No hay golpe de efecto que remiende tamaño descalabro. Son políticas que, sin mayores rodeos, atentan contra los derechos humanos de las personas migrantes. El papel del Consejo, insistiendo en que el procedimiento se aplique a las familias con criaturas menores de 12 años, es vergonzoso y refleja un nivel de crueldad preocupante.

Pero las nuevas medidas contra la migración no son solo un despropósito en términos de derechos humanos. Lo son también en términos políticos y prácticos, porque lejos de calmar el ansia liberticida de la extrema derecha, le da a alas. Las trampas al solitario que los macronistas se han hecho para justificar que los votos de la extrema derecha no ha sido imprescindibles para aprobar la ley son un peligro público. Basta con observar la satisfacción de Marine Le Pen. Hacer políticas de extrema derecha para hacer frente a la extrema derecha es un plan que presenta demasiadas fisuras. La responsabilidad de los partidos que se presentan como moderados en este sentido es enorme. Frente a voces siempre dispuestas a culpar a la izquierda del auge ultra, es preciso recordar que la extrema derecha solo se hace hegemónica cuando fuerzas más moderadas le abren la puerta.