Koldo LANDALUZE
FALLEN LEAVES

Un encuentro al doblar la vida

A simple vista, podría parecer que Kaurismäki está atrapado en la creación constante de la misma película, con personajes casi idénticos y enfrentados a las mismas adversidades: el trabajo duro y desagradable, el desempleo, la escasez de dinero y la falta de horizontes, aunque nunca de sueños. No obstante, incluye variaciones en cada ocasión, enriqueciendo y ampliando su obra y creando un universo propio.

En “Fallen Leaves”, seguimos la rutina de Ansa (Alma Poysti), quien comienza trabajando como repositora en un supermercado, luego lava platos en un bar de mala reputación y finalmente se desempeña como barrendera en una fábrica. A su vez, conocemos a Holappa (Jussi Vatanen), un alcohólico que trabaja inicialmente en un taller y luego en una obra en construcción. Ambos personajes, extremadamente solitarios, torpes y tímidos, se encuentran en un karaoke, convirtiendo la película en una especie de rockola con decenas de canciones de fondo o interpretadas en vivo.

Juntos van al cine y tratan de unir sus caminos y sus vidas a pesar de los desafíos y obstáculos que se les presentan. En “Fallen Leaves” parece haber espacio solo para estos dos extraños amantes.

Aki Kaurismäki no escatima en homenajes a sus directores favoritos, y lo hace de manera muy evidente y a lo largo del fime. En esta ocasión, van asomando esos guiños a Bresson, Tati, Ozu, Lean, Fellini, Godard y Chaplin.

Aunque la estética, las locaciones, las referencias temporales y los dispositivos electrónicos podrían pertenecer a hace diez, veinte o incluso treinta años, Kaurismäki elige incorporar noticias de la invasión rusa a Ucrania a través de aparatos de radio antiguas, situando la tragicomedia agridulce y con momentos de humor negro.