L. BLANCO (EFE)
MOGADISCIO

Convertidos en mercancías: la ruta migratoria entre Somalia y Arabia Saudí

Pequeños grupos, en su mayoría jóvenes, con ropa polvorienta y piel agrietada por el sol recorren la ruta migratoria entre Somalia y Arabia Saudí, una de las más concurridas del mundo.

El mercado de Hamarweyne, en Mogadiscio.
El mercado de Hamarweyne, en Mogadiscio. (H. ALI ELMI | AFP)

«Vine aquí con la esperanza de cambiar mi vida, pero tras llegar me di cuenta de que sólo sobrevivir ya era un desafío», relata a Efe el migrante etíope Junedi Husen, sentado en el catre que ocupa en una casa de acogida de la ciudad somalí de Bosaso, en la región de Puntland.

En 2022, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) registró 441.000 movimientos migratorios en esa ruta, un aumento de un 64% respecto al año anterior, cuando fueron 269.000, tras la reducción que provocaron las restricciones del covid-19 en 2020.

No todos ellos logran alcanzar su objetivo, Arabia Saudí, tras abandonar Etiopía y atravesar Somalia o Yibuti para después cruzar el golfo de Adén hasta Yemen.

DESAFÍOS NATURALES

Una puerta metálica pintada de azul eléctrico da paso al recinto, donde se erige una casa de dos pisos, con una fachada blanca. La paz que reina en el patio de azulejos del albergue contrasta con las memorias de Husen, de 35 años, del camino que lo trajo hasta aquí. «Nos perdimos entre el fuerte polvo y el viento. El calor sofocante nos obligó a avanzar tanto de día como de noche», explica este padre de tres niños que solía trabajar como peluquero en su pueblo de la región etíope de Oromía. Según la OIM, más del 90% de los 73.000 migrantes del Cuerno de África que entraron en Yemen en 2022 procedían de Etiopía, país del que se registraron ese mismo año 256.288 salidas, la inmensa mayoría de ellas por motivos económicos, aunque factores como el conflicto o las duras consecuencias de la crisis climática han ganado importancia en los últimos años.

Así, aunque Husen afirma que su destino final era Puntland, cientos de miles abandonan cada año sus hogares soñando con encontrar en Arabia Saudí una prosperidad que tiene un alto precio: cientos de kilómetros con temperaturas de hasta 50 grados y el peligroso cruce del golfo de Adén en precarias embarcaciones que a menudo naufragan.

«No es una ruta muy larga y es atractiva y accesible para los migrantes, porque es menos cara que la que se dirige hacia África meridional», explica a Efe Masood Ahmadi, director del Programa de Protección y Asistencia de la OIM en Somalia. Sin embargo, «es muy complicada y atraviesa terrenos muy duros. La gente camina largas distancias a pie sin protección, incluso te encuentras a migrantes sin zapatos. A veces, terminan durmiendo en el desierto», añade.

La OIM ha contabilizado desde 2014 cerca de 1.100 muertes en esta ruta, sobre todo por ahogamiento, pero también por deshidratación o agotamiento a causa de las duras condiciones, un cómputo que probablemente se encuentra muy por debajo de la cifra real, por las dificultades para acceder a algunas zonas y la falta de recursos.