Dabid LAZKANOITURBURU
EL VERDADERO RETO

La ultraderecha ya llegó, ya está aquí

Guerras, inestabilidad y ultraderecha siempre van de la mano.Tras los triunfos de Milei en Argentina y de Wilders en Países Bajos, 2024 puede ser el año del regreso de Trump y el de la llave de Le Pen al Elíseo. Con una Europa del este, desde Rusia a Hungría, pasando por Ucrania, con una derecha extrema. Pese a los contrapuntos polaco y español, la izquierda debería reflexionar-reaccionar.

(Luis ROBAYO / Sergio FLORES | AFP)

Un zumbado como Javier Milei que agitaba en campaña una motosierra para escenificar sus planes ultracapitalistas para segar al el Estado argentino es su presidente. Tras décadas en la brecha, y con unos días de diferencia, el xenófobo neerlandés Geert Wilders ganaba las elecciones, que no el Gobierno.

Hay contrapuntos. En Polonia, una coalición variopinta entre liberal-conservadores, ruralistas y socialdemócratas ha arrebatado la victoria parlamentaria, que no electoral, al ultraconservador cristiano PiS.

Algo similar, quizás más abigarrado aún, con el acuerdo del PSOE con los soberanismos catalán, vasco y gallego, para reeditar coalición con la izquierda española e impedir un gobierno PP con el tardofranquismo de Vox.

No es nuevo. Trump ganó en 2016 y perdió en 2020. Al militar ultra Bolsonaro le ocurrió lo mismo en Brasil.

No será una ola, pero sí es una corriente de fondo.

El magnate neoyorkino es el favorito si finalmente se vuelve a presentar. El chileno Kast, pese a quedar debilitado tras el fracaso del segundo referendo constitucional a su medida, acecha a un no menos debilitado presidente Gabriel Boric, obligado a gestionar contemporizando el día a día sin veleidades de cambio.

En Europa, la nueva derecha ya gobierna en Italia (Meloni), en Hungría (Orban) y cogobierna en los países nórdicos, históriamente adalides de la socialdemocracia y el Estado de bienestar.

Marine Le Pen prepara con su anunciada victoria en las europeas su tercer y definitivo asalto al Elíseo. En la UE, el conservador bávaro alemán Manfred Weber flirtea con una coalición con las dos familias de la extrema derecha en el Parlamento de Estrasburgo: Identidad y Democracia (sic) y Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos.

Más al este, apoya, cuando no vota, a Putin en Rusia y está militarmente totalmente infiltrada en Ucrania. La India de Modi es una versión hinduista de la ultraderecha.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Las encuestas revelan que el electorado de ultraderecha no supera el 20-25%, que ya es mucho. Pero bebe de varias crisis estructural-existenciales.

La primera, la de la democracia liberal, lo que le permite presentarse como adalid contra las élites.

La segunda, la de las desigualdades, crecientes desde la Gran Recesión de 2008, seguida con los efectos de la pandemia y de un modelo económico extractivo y extensivo en fase de agotamiento.

La tercera, y relacionada con la anterior, la cultural. La sensación de malestar afecta incluso a quienes en las encuestas reconocen vivir bien.

El multiculturalismo ha generado, como reacción, una crisis de identidad que la inmigración y sus problemas, magnificados pero reales, no hacen sino agudizar.

¿QUÉ HACER?

La bandera de la rebelión, la calle, el «que se vayan todos», está siendo capitalizado por la extrema derecha.

Salvo contadas excepciones -como la de Bildu, que conjuga una política cada vez más social pero sin renunciar a lo comunitario-identitario alejada de planteamientos maximalistas-, la izquierda, empezando por la española que se llama Sumar y Unidas y se separa, es incapaz de poner un dique.

Un dique que tendrá de todos modos y en un momento dado que afrontar los problemas que causa la conexión de los fenómenos migratorios crecientes, con sus problemas de inclusión social, con ciudades con viviendas y cestas de la compra cada vez más caras.

Y en una sociedad líquida o gaseosa en la que convendría articular y reforzar nuevos valores ciudadanos, sin nostalgias que no llevan más que al nihilismo melancólico, para hacer frente a esa corriente de fondo. Con una ola de democracia real, y social.