El desprestigio de la atención primaria de salud y la anestesia
La atención primaria se creó porque era necesario trasformar el sistema de salud enfermizo que sufríamos, protagonizado por especialistas que atendían, cada uno, aquella parte del cuerpo en la que estaban especializados, de forma puntual, fragmentada y descoordinada, con un enfoque exclusivamente biológico hacia la enfermedad. Se necesitaba una atención primaria enfocada a la salud, que trabajase la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud, considerase a la persona en su integralidad bio-psico-social y ofreciese cuidados continuados a lo largo de toda la vida, de forma integrada con los otros recursos de atención sanitaria y social. Y nuestra aportación para que Osakidetza se convirtiese en el buque insignia, orgullo de la ciudadanía, fue importante. Pues bien, en estos 40 años, toda la ilusión inicial, que a muchos nos movió a especializarnos en medicina de familia, se ha transformado en desengaño y frustración. Los gestores diagnosticaron que la atención primaria tenía un problema de credibilidad, no chutaba, y decidieron hace más de dos décadas extirpar, sigilosamente, la salud a la atención primaria. Pero, ¿quién está desprestigiada, la atención primaria u Osakidetza? ¿Y cómo hemos llegado a esta situación?
Uno. Invisibilizando la atención primaria. Lo que no se ve no existe. No hay datos, no hay indicadores de resultados en atención primaria. ¿Cuántas insuficiencias renales, infartos cardiacos, ictus cerebrales, diabetes del adulto... se han evitado gracias al control de factores de riesgo y a los hábitos saludables? ¿Cuántas visitas a urgencias y hospitalizaciones se han evitado por el control adecuado de las patologías crónicas? ¿Tenemos algún dato sobre ellos? ¿Cómo mantener el prestigio sin investigación? ¿Interesa dar a conocer las evidencias científicas que muestran el valor y las contribuciones de la atención primaria de salud? ¿Han interesado alguna vez a Osakidetza nuestras aportaciones científicas? En Bizkaia hemos pasado de ser un ejemplo de investigación científica en atención primaria, reconocido a nivel internacional, a no tener en este momento ni un solo proyecto liderado por los profesionales de nuestros centros de salud. ¿Y qué decir de la invisibilidad física? Cuando los pacientes, superando dificultades, acuden a su centro de salud y se encuentran con salas de espera vacías. Y no saben que médicos y enfermeras están encerradas trabajando como teleoperadoras, implementando así la «nueva cultura sanitaria».
Dos. Debilitando los recursos humanos. Un mensaje en X, luego reproducido por elDiario.es, de Roberto Sánchez -médico de familia y anestesista−, muestra su situación cuando trabajaba en atención primaria: «Mi último contrato fue en Sansomendi y de tarde. Veía 50 personas en una tarde (...). Tenía contratos de dos horas (...). En 5 años conocí todos los centros de salud de Álava menos el de Izarra y Aranbizkarra II». ¿Cómo es explicable esta precariedad laboral cuando los mismos gestores refieren que hace 10 años sobraban médicos? ¿No es la fecha de jubilación de los profesionales una fecha previsible? ¿No es preferible evitar la huida de médicos ofreciéndoles unos contratos dignos?
Tres. Sobrecargándoles de trabajo. Consultas telefónicas, telemáticas y presenciales sin tiempo suficiente. Sobresaturados con agendas imposibles y con múltiples tareas. Sin tiempo para pensar. Este contexto ayuda a entender los resultados del estudio «La satisfacción laboral de los Médicos de Atención Primaria en la Comunidad Autónoma del País Vasco. Estudio SATMAP», publicado en la Gaceta Médica de Bilbao (septiembre 2023). Este estudio muestra un dato preocupante, la alta proporción de médicos de atención primaria que dejaría o cambiaría su trabajo de aquí a 5 años, si su situación laboral continuase como hasta ahora: más del 60%.
Basados en un diagnóstico erróneo, procedieron a extirpar la salud de la atención primaria. La anestesia utilizada es el papel de regalo, con sus dos ingredientes: el discurso de exaltación y defensa de la filosofía de nuestra especialidad −prevención, promoción, determinantes, biopsicosocial−, y los autores de estos discursos: médicos de familia en puestos de gestión. Su objetivo: alargar todo lo posible el periodo de atontamiento de los pacientes, médicos y ciudadanía para que no seamos conscientes del proceso involutivo que se está produciendo -paso de salud integral a salud enfermiza−, vehiculizada por la «nueva cultura sanitaria», oculta y disfrazada en el papel de regalo, y que, con sus consultas telemáticas y presenciales sin tiempo suficiente, imposibilitan una atención primaria centrada en la salud. Salud extirpada.
No obstante, la pérdida de prestigio de Osakidetza y la penosa situación de la atención primaria han generado un estado de alerta y de preocupación que nos ha despertado de la anestesia. Y hemos empezado a desconfiar. Los médicos, desengañados por no poder ejercer nuestra especialidad, la salud; la ciudadanía, cansada de las dificultades para ser atendidas en persona, de las listas de espera..., y desconfiada por el trasvase de pacientes a la medicina privada como solución para disminuir las listas de espera. No olvidan la íntima relación de exconsejeros de Osakidetza con los seguros privados y temen un proceso de privatización. La propaganda y el marketing del papel de regalo ya no son capaces de ocultar el objetivo de «la nueva cultura sanitaria»: eliminar la salud integral.
Hay cosas que no se valoran hasta que las perdemos.
Decía mi tutor, el doctor Amado Mostajo, «hay otra forma de hacer las cosas». Debemos recuperar nuestras dos fortalezas: la salud y la alianza médico-paciente, y solo lo conseguiremos con cambios estructurales que lo posibiliten: contratos estables que permitan conocer a tu cupo de pacientes, un máximo de 20 consultas al día, casi todas presenciales y con tiempo suficiente, no menos de 15 minutos por consulta, y tiempo en horario laboral para reuniones de equipo, formación/docencia e investigación.
A remar todas juntas para redirigir Osakidetza rumbo a la salud.