Arturo PUENTE
Periodista
JOPUNTUA

Organizar el eje del mal

Algún movimiento subterráneo debe de estar pasando en este rincón de Europa para que este año 2024 sea probable, o como mínimo posible, que al soberanismo le vaya bien en Galiza, en Euskal Herria y en Catalunya. Cada cual con sus dinámicas y sus problemas particulares, cómo no. Pero, ¿quién podría imaginar hace una década un BNG con opciones a la presidencia gallega, una izquierda abertzale con condiciones para ganar las vascas y una ERC convencida de que puede revalidar el Govern? ¿Y que coincida todo a la vez?

¿Qué ha pasado para llegar aquí? Sería absurdo intentar esbozar un diagnóstico común. Hay aciertos individuales, condiciones colectivas y estrategias largas que comienzan a dar frutos. Hay también una resaca del fenómeno Podemos y la última reformulación estratégica de la izquierda estatal. Tampoco es poca cosa que la aritmética parlamentaria reciente haya dado foco a discursos a los que en otras épocas les costaba hacerse ver.

Pero es más importante pensar en el futuro, en el potencial político del fenómeno. Puede ser escaso, tan solo una coincidencia temporal que se acabe apagando sin más. O no. Quizás puede ser algo más, si se construye un engranaje de acción política que abarque y dé sentido a los tres hitos a la vez, sin ahogarlos.

El hecho es que la demanda soberanista por la izquierda existe con más fuerza que nunca en varias naciones del Estado. Quizás lo lógico fuera que ella misma se canalice, se formule, como un conjunto diverso, no necesariamente en términos de organización, sino sobre todo de estrategia. De programa, de objetivos y demandas.

Al menos por dos razones. Primera, porque hay ciudadanía de otros territorios que ve con esperanza y participa de esta intersección. En Nafarroa, en el País Valencià, pero también seguramente en zonas menos apeladas, como Andalucía.

Y segunda, porque quién sabe si este no es un tren que no vuelve a pasar.