Pronto se desharán del falso «Lobo»
La persona que pretende ser el considerado más famoso infiltrado que nunca tuvo ETA, Mikel Lejarza «Lobo», no lo es en absoluto. Estoy segurísimo. Lo que no tengo nada claro es si la identidad que “Diario 16” desveló en 1988 y ha usado durante un montón de años, Miguel Ruiz Martínez, es falsa o verdadera. Su origen mexicano induce a pensar que sea falsa. Sin embargo, no se puede descartar sin más que sea verdadera, porque considero que a los servicios de inteligencia siempre les ha interesado que centremos la investigación en demostrar que es falsa.
En vista de ello, pienso que convendría fijarse como objetivo esclarecer cuándo obtuvo Miguel Ruiz la nacionalidad española y su primer DNI, porque hay claros indicios de que fue antes de 1981. En todo caso, se sabe que lleva más de 45 años haciendo vida conyugal con Mamen Cepriá Gajate con la que ha tenido un par de hijos.
Mamen pretende que, cuando en 1981 nació el primero, Mikel Ruiz Cepriá, lo tuvo que inscribir como de madre soltera. Según ella, entonces no pudo inscribirlo con el apellido del padre (en el registro civil del distrito de Canillas, en Madrid), porque este usaba otra falsa identidad que iba a cambiar poco después. Aun sabiendo que los servicios de inteligencia cuentan con todo tipo de medios para manipular registros, pienso que merece la pena investigar ese extremo.
Convendría investigar, también, todo lo sucedido en relación al caso de las escuchas en el diario “La Vanguardia”. En dicho caso, fue juzgado y condenado por el Supremo, en 1997, con la identidad de Miguel Ruiz, y salió a relucir que desde 1988 disponía de una falsa identidad, Gabriel Sánchez García, que, pese a ser de indudable calidad, apenas utilizó.
Asimismo, creo necesario preguntarse por qué se ha mencionado tantas veces (en biografías, documentales, entrevistas...) que los servicios de inteligencia se plantearon deshacerse de Mikel Lejarza. ¿En serio? ¿Hubo propuestas de eliminarlo porque podía poner en peligro a otras personas?
En el documental «Operación Lobo», emitido en 2007 por Tele 5, preguntaron a quien asegura ser Mikel Lejarza si el servicio de inteligencia se planteó deshacerse de él. Respondió que: «Eso me lo cuenta un miembro de Seced. Me cuenta que en el servicio se había especulado con la posibilidad de eliminarme. Físicamente». Y añadió que dicha persona le dijo que él «apostó por esa posibilidad. Que era la mejor».
Considero muy significativa la notable presencia en ese documental de Fernando San Agustín, comandante del Ejército y miembro del servicio secreto franquista, Seced, que llevó a cabo el operativo de infiltración protagonizado por Mikel Lejarza. San Agustín, que desde 1988 ha jugado un papel esencial en el montaje del falso «Lobo», afirmó en el documental que Lejarza «se convirtió en un peligro para los que estaban relacionados con él».
Sus farragosas explicaciones al respecto me dieron mucho que pensar. Cualquiera que haya participado voluntariamente en una operación de los servicios de inteligencia termina por saber cosas que pueden poner en peligro a otras personas. ¿Se planteaba el servicio eliminar la fuente de aquellos posibles problemas? En absoluto, si su participación había sido voluntaria.
He comprobado que, en no pocas obras dedicadas al Lobo, sale a relucir ese tema y me pregunto a qué se debe que se repita tantas veces. ¿No será que en ciertos medios corrieron rumores de que se había planteado la posibilidad de eliminar a Mikel Lejarza?
Cabe también reflexionar en relación a la imagen que han trasmitido sobre la operación de infiltración en la que pretenden haber cometido muchísimos errores. El resultado que obtuvieron, muy satisfactorio, es contradictorio con dicha pretensión, pero siguen insistiendo en ello. ¿Se ha analizado la posibilidad de que todos aquellos «errores» fueran voluntarios?
En efecto, la desconfianza hacia Lejarza fue aumentando a consecuencia de todas las «chapuzas» que cometía el servicio de inteligencia: los pisos y locales que conseguía eran inadecuados; había restos de comida en uno de ellos...
A raíz de todo ello, las sospechas fueron aumentando hasta que ETA no tuvo duda alguna de que Mikel Lejarza estaba colaborando con la Policía. ¿Y si el objetivo de todos aquellos «errores» fue, precisamente, que la organización llegara a esa conclusión? En ese caso, no se trataría de errores sino de una calculada estrategia que llevaron a buen fin.
Por eso, pienso que conviene orientar la investigación desde ese punto de vista. El de unos servicios de inteligencia que apenas cometieron errores, planificando y llevando a cabo toda aquella operación con un elevado grado de profesionalidad. Y cuando nos topemos con supuestas «chapuzas», preguntarnos qué interés pudieron haber tenido para cometerlas a propósito.
Sea como fuere, el primer objetivo de la investigación que propongo debería de ser desenmascarar por completo a ese individuo que pretende ser Mikel Lejarza. Hay que reflexionar sobre cómo se podría conseguir y actuar en consecuencia. De lo contrario, cualquier día pretenderán que ha muerto y se encuentra en una «tumba sin nombre», situada «en un lugar escondido, donde nadie sabrá dónde está».
Así termina, significativamente, “Secretos de confesión”, la última biografía de Lobo, escrita por Fernando Rueda y el falso «Lejarza» y editada hace un año. ¿Es ese el final que tienen decidido dar a esa enorme mistificación, o pretender que han incinerado el cadáver de Lobo para evitar la prueba de ADN que vengo pidiendo desde hace años?
A decir verdad, bastaría otra prueba muy fácil de realizar, la de su tipo de sangre. Me extrañaría mucho que el de ese individuo sea el mismo que el de Mikel Lejarza, A negativo.
¿Qué excusa pondrán esta vez para negarse a hacerla?