Eficiencia energética en Navarra, ¿algo está cambiando?
El Gobierno de Navarra ha presentado el análisis del consumo energético de Navarra con datos de 2022. Y lo ha hecho con gran optimismo, presentándolo como un avance en descarbonización, eficiencia energética y menor dependencia de fuentes de energía del exterior. Pero veamos qué hay de verdad en todo esto.
Primer dato alarmante: en 2022, el consumo de energías fósiles fue el 79% del consumo energético primario. Prácticamente el mismo que en décadas anteriores. Y ello a pesar del incuestionable desarrollo de las energías renovables. Este dato cuestiona el planteamiento de quienes, tanto del mundo institucional como empresarial, defienden que la sustitución de los combustibles fósiles vendrá de la mano de la expansión e imposición acrítica de las renovables.
Segundo dato a constatar: el consumo de electricidad en Navarra sigue manteniéndose en niveles bajos, ha descendido un 0,7% en 2022. La electricidad representa el 21% de la energía final que consumimos. Y el consumo de electricidad en unidades energéticas no ha aumentado desde 2008, manteniendo una tendencia muy estable. ¿Cómo queremos que aumenten las renovables, que se generan principalmente como electricidad, y disminuya la dependencia fósil, si no aumenta el consumo de electricidad?
A partir de estas constataciones, parece que la «transición a las renovables», tal y como nos la venden, no está funcionando. Y, además, no lo hace en una comunidad autónoma avanzada en el desarrollo de este tipo de energías «limpias». Tenemos que encontrar la razón de ello en los graves problemas estructurales que tiene este tipo de energía para el modo y la cantidad de consumo que realizamos en la sociedad capitalista actual.
Otro de los elementos puestos en valor por el consejero Irujo al presentar el Balance Energético de 2022 fue el de la mejora en la eficiencia energética. Este indicador trata de medir la cantidad de energía que se consume por cada euro que produce la economía de la comunidad. Se entiende que producir riqueza con un consumo energético menor implica un avance hacia una mayor sostenibilidad, al reducir la emisión de CO₂ a la atmósfera para intentar frenar el cambio climático.
Según refleja el balance energético de Navarra, este indicador ha mejorado en los últimos 10 años, con una mejora de la eficiencia energética del 16,30%. Esto quiere decir que para fabricar un euro de riqueza se necesitan 86 toneladas equivalentes de petróleo, cuando en 2012 se necesitaban 102. Eficiencia que el consejero valoraba especialmente en el campo de la industria. Visto así, parece que lo estaríamos haciendo mejor...
Sin embargo, para valorar globalmente la eficiencia energética, tendríamos que analizar cómo se produce la riqueza en euros en Navarra. No es lo mismo producir bienes materiales, para los que es necesario transformar unas materias en otras, usando para ello energía, que producir bienes «inmateriales» como los servicios. En general, estos últimos suponen un consumo menor de energía, aunque, como en el caso del turismo, son muy dependientes de los combustibles fósiles. Teniendo en cuenta que seguimos necesitando de bienes materiales en las mismas cantidades, estamos advirtiendo que estos se están produciendo menos aquí, importándolos. Ahí tenemos los fenómenos de desindustrialización, deslocalización o de reducción de actividad, no solamente por problemas en las cadenas de suministros.
En 2022 las exportaciones navarras experimentaron un crecimiento del 11,2% respecto a 2021. Pero en el mismo periodo, las importaciones crecieron aún más, un 26,8%. De este modo, bajo la apariencia de que consumimos menos energía, aun subiendo el PIB, se esconde una mala noticia: nuestro descenso del consumo energético interior implica un consumo energético externalizado, no contabilizado e insostenible, mediante la importación y el transporte de bienes desde otros lugares del planeta. Es nuestra contribución al crecimiento del consumo energético mundial y de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El discurso de las instituciones, como altavoz del capitalismo verde, choca con la realidad. Se nos quiere imponer la ilusión del crecimiento económico y la producción de bienes a través de fuentes energéticas renovables y el desarrollo tecnológico. La realidad es que seguimos manteniendo el mismo consumo energético (el interior más el externalizado) y los mismos o más niveles de contaminación, mientras las renovables no están sustituyendo a los combustibles fósiles y su expansión está produciendo una exacerbación del extractivismo de nuevos materiales con sus impactos en la sostenibilidad de los ecosistemas. Los datos y la evidencia científica nos indican la necesidad de otro camino.
Precisamos otras dinámicas y otras propuestas que nos permitan abrir nuevos escenarios que cuestionen el actual modelo de producción, consumo y búsqueda de beneficio empresarial. Desde la reducción del uso de recursos naturales y de la contaminación, desarrollando e implementando verdaderas y materialmente efectivas políticas que nos lleven, aquí y en el resto del planeta, a la igualdad social y al bienestar colectivo.