Raimundo FITERO
DE REOJO

Collares de macarrones

Una profesora de educación infantil habla de su oficio y de cómo es considerada por el resto de seres humanos que la rodea y galvaniza su molestia y falta de respeto y conocimiento de su labor con una frase que proporciona resonancias de poética libertaria: «No solamente nos dedicamos a hacer collares de macarrones». ¿Quién no ha recibido un regalo así? ¿Quién no ha pintado unos collares de macarrones? Y parando la inercia, ¿cuál es el camino que sigue una persona de hacer collares de macarrones para acabar comiendo ensalada de codornices en escabeche?

Me he cansado de ver estudios, opiniones, vinculaciones traídas por los pelos proclamando como científico que el uso de los porros te hacía llegar a las drogas duras, pero jamás, nunca he visto a un profeta del conservadurismo moralista decir si existía un estudio donde se dijera que cambiar cromos de fútbol era una iniciación para acabar siendo vendedor de seguros de un entidad bancaria. Probablemente la tortillas de patatas del batzoki de tu barrio o pueblo hayan contribuido de manera sutil a consolidar tu voto electoral actual bastante más que los cientos de teleberris lineales.

Las acciones que están llevando a cabo los agricultores europeos son espectaculares, a veces me despierto de la siesta, veo imágenes y creo que están en un feria por la exhibición de tractores de última generación. Les faltan unos inmensos, sin conductor, controlados desde un ordenador y que recogen tal cantidad de cereales como para que puedan hacer collares de macarrones todos los niños del mundo a la vez.