Postal
Baiona, Biarritz y Angelu se sitúan en el top cinco de las ciudades donde mejor se vive, mientras que la labortana Getaria encabeza la lista de pueblos. Euskal Herria se ha convertido en una postal, con su mar, sus montañas, su gastronomía y su manera de entender la vida. Qué bien, que diría aquel, si no fuera porque la foto de este Pays Basque de ensueño aparece difuminada por un aumento del 60% del precio del metro cuadrado que en los últimos cinco años. En la costa cada vez son más las residencias secundarias a precios prohibitivos y cada vez menos los jóvenes que pueden permitirse fundar una familia en su barrio. En Iparralde, de cada cinco domicilios, uno está vacío la mayor parte del año. Y como se trata de un territorio extremadamente atractivo, la demografía no para de crecer, mientras que el ritmo de los nuevos euskaldunes formados por Seaska avanza a un ritmo netamente inferior. Con lo que este país de postal es cada vez más un país de ficción, un destino turístico repleto de típicos tópicos que día a día está más lleno de lauburus, ikurriñas y foráneos, mientras que al mismo tiempo se encuentra mucho más vacío de todo aquello que lo hace especial y diferente. No nos está matando el Estado, que también. Pero estamos muriendo mucho más de éxito. Y la postal se nos está convirtiendo en epitafio.