Asier ROBLES
BILBO
Entrevue
miguel urbán
Eurodiputado y autor de “Trumpismos”

«La extrema derecha ha conseguido presentarse como antisistema»

En su nuevo libro “Trumpismos”, el eurodiputado Miguel Urbán (Anticapitalistas) analiza las razones del auge de la extrema derecha en diferentes partes del mundo -cita, por ejemplo, a Milei en Argentina o a Meloni en Italia- y se muestra crítico con la izquierda: «Parece que tiene miedo a defender sus propuestas y quedar en minoría».

(Marisol RAMÍREZ | FOKU)

 

Activista, ensayista, cofundador y exmiembro de Podemos, eurodiputado de Anticapitalistas… Miguel Urbán ha sido testigo del auge de la ultraderecha y es precisamente eso lo que pretende analizar en su nuevo libro, “Trumpismos”.

¿Cuáles son, en su opinión, las principales causas detrás de la emergencia de la derecha radical a nivel global?

Hay razones diversas, pero creo que también hay una serie de razones comunes para poder entender esta ola reaccionaria y su dimensión internacional. En el libro apunto fundamentalmente dos: la crisis del neoliberalismo y su mutación a un neoliberalismo autoritario; y la crisis ecológica y el cambio climático.

Se ha roto el mantra del crecimiento sin límites del capitalismo, y el futuro ya no se concibe como progreso, sino como miseria y escasez. Lo que está demostrando la crisis climática es que no hay futuro para una lógica de crecimiento sin límites y eso quiebra el elemento utópico del capitalismo. La conjunción de ambas crisis, capitalista y ecológica, abre lo que Gramsci llama una auténtica crisis de régimen. Nos encontramos en un mundo profundamente inseguro e imbuido por el individualismo y donde, además, cada vez se rompen más los lazos comunitarios y de clase.

Ante esa crisis de régimen, y sobre los pánicos, inseguridades e incertidumbres que genera, se construye la extrema derecha actual. No sabemos cómo será el futuro, pero lo único que tenemos claro es que por primera vez vamos a ser una generación que vamos a vivir peor que nuestros padres, y en medio de esta deriva y la incapacidad de imaginar el futuro, la ultraderecha plantea la solución reaccionaria de volver al pasado.

No hay más que fijarse en el lema de Trump: «Vamos a hacer América grande otra vez». Es su propuesta, aunque sea irrealizable. Pero no es una cuestión de racionalidad, sino de sentimientos y pasiones.

En cierta manera, la izquierda llevaba tiempo esperando esa crisis del neoliberalismo. Pero cuando ha llegado, parece que no ha estado a la altura.

Sí, es paradójico. Creo que en la izquierda muchas veces funcionamos con muchos clichés. Pensamos que si existe un malestar contra el sistema, nosotros vamos a ser los que automáticamente, casi por designación divina, vamos a canalizar ese malestar. Estamos viendo justamente lo contrario, para mucha gente somos parte del problema porque nos ven como parte del sistema.

La extrema derecha ha conseguido presentarse como antisistema y parece que la izquierda quiere demostrar ser más parte del sistema que nunca. Somos incapaces de imaginar un mundo sin capitalismo, es más fácil pensar el final del mundo que un mundo sin capitalismo.

¿Cómo hace la extrema derecha para que su mensaje cale entre sectores populares?

La extrema derecha ha comprendido que, en el momento político en el que nos encontramos, las mayorías sociales no se construyen desde el centro y la moderación, sino desde los márgenes y la radicalidad. En la izquierda siempre habíamos pensado que las polarizaciones se dan en ejes izquierda-derecha, pero la extrema derecha está demostrando que se pueden dar en el eje extremocentro-ultraderecha.

Lo consiguen incluso con un travestismo político: Trump se presenta como un antisistema siendo una de las personas más ricas de Estados Unidos. Se comporta de forma irreverente y saltándose lo políticamente correcto, y así consigue parecer como antisistema. A Meloni en Italia o a Milei en Argentina no les han votado porque sepan gestionar bien, sino porque se presentan como rupturistas.

Mayoritariamente, el mensaje de la extrema derecha ha calado en lo que sería la clase media. Piensan estratégicamente y comunican bien. Aunque puede parecer algo espontáneo, es algo que llevan décadas cocinando. Además, la gran victoria de la extrema derecha es que consigue imponer su agenda muchas veces sin estar en los gobiernos. El pacto migratorio de la Unión Europea es un claro ejemplo.

A la extrema derecha no le importa ser minoría y defender sus propuestas de manera principista. No busca consensos, busca ganar e imponer sus propuestas, y en esa lógica construye sus guerras culturales. La izquierda, sin embargo, parece que tiene miedo a defender sus propuestas y quedar en minoría. Se ha moderado, y cuando lo haces acabas girando todo el arco hacia la derecha.

Ahora la libertad, lo radical o lo contracultural parece que es ser un machista, racista y homófobo. Yo creo que la izquierda debe defender la idea de que la única salida a la crisis económica, social y ecológica es pensar una alternativa al capitalismo. Esa idea ahora es minoritaria, pero no tiene vocación minoritaria; todo lo contrario, es la única salida para la mayoría.

Compara ciertos escenarios actuales con eventos históricos como la marcha de los fascistas italianos sobre Roma o la noche de los cristales rotos. ¿Cree que se puede reeditar una suerte de totalitarismo neofascista en el siglo XXI?

Esto no es una reedición de los viejos fascismos. No sé si se pueden volver a repetir, lo que sé es que actualmente no está pasando. Esta ola reaccionaria no es una vuelta a los fascismos de entreguerras. Tiene elementos comunes, pasiones movilizadoras de los viejos fascismos, pero también rupturas muy importantes.

Me explico: puede haber fascistas en el Gobierno de Milei, Meloni o Trump, pero no han llegado al Gobierno aupados por un movimiento fascista, sino por un voto de protesta. ¿Eso significa que no pueda evolucionar a una lógica de totalitarismo fascista en el siglo XXI? No lo sé, pero a día de hoy no estamos en ese punto.

A veces hay una sobreinflamación del término “fascista”. Lo utilizamos más como un insulto que como una categorización social. Eso genera una banalización del fascismo y nos equivoca en nuestras tareas. Si nosotros pensáramos que Ayuso está liderando un movimiento fascista que ha tomado el poder en Madrid, yo no estaría dando una entrevista aquí, estaría pasando a la clandestinidad. ¿Eso significa que el fenómeno no sea peligroso? No, eso significa que es otra cosa, y que hay que analizarlo adecuadamente.

¿Cómo ha vivido la fuerte irrupción de partidos ultraderechistas en el Parlamento Europeo?

Yo ya había escrito sobre la extrema derecha antes, pero verlos en acción ha sido muy interesante. Llama la atención la diferencia que hay a la hora de actuar entre la izquierda y la ultraderecha. La izquierda parece que se ha creído la institución más que nadie, e intenta aparentar que son los más serios, los que más trabajo institucional hacen y más enmiendas presentan. A la extrema derecha eso le da igual, no buscan aparentar que son buenos diputados.

No han ido a eso, han ido a utilizar el Parlamento Europeo como un altavoz político. Saben que los debates se están jugando en las redes sociales y en las televisiones, y en conquistar el alma de la gente. Van a hacer un teatro para su público. No les preocupa lo que van a pensar otros diputados de ellos.