Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
DESCONOCIDOS

Soledades compartidas

La nueva propuesta del firmante de películas como “45 años” está repleta de secuencias de gran impacto emocional. En una de ellas, topamos con el personaje encarnado por Andrew Scott, un cuarentañero sensible y solitario que pasa el tiempo revisando viejos episodios de una serie de los ochenta, lo que le permite viajar al pasado en compañía de unas galletas. Al abrir la nevera, examina los restos de una comida china de encargo. De manera casi inmediata, dichas secuencias nos advierten que este hombre necesita con urgencia la ruptura de esa soledad. Pronto llega, a través de la única otra persona que vive en este bloque de pisos de Londres, el igualmente solitario personaje encarnado por Paul Mescal. Ambos anhelan conexión.

El primero está traumatizado por una infancia en la que fue acosado; por la muerte de sus padres cuando tenía 11 años; por una era menos ilustrada, menos compasiva; y por llegar a edad adulta en los años 80 y mientras el espectro del sida lo acosa. A veces, su trauma se despliega como una pesadilla. A lo largo del filme se muestra de manera evidente el choque frontal entre los sueños, recuerdos, fantasías y realidades que cohabitan en la trama. Todo ello transita en una misma línea.

En esta odisea desesperadamente triste pero hermosa filmada por Andrew Haigh topamos con un retrato tierno de un hombre frágil. Scott interpreta a dicho personaje como alguien cerrado pero que nunca oculta su herida abierta, sonriendo y sollozando a través del dolor. Él asume su homosexualidad ante sus propios fantasmas. Mientras tanto, encuentra consuelo en su vecino, un desordenado y carismático personaje que tal vez, solo tal vez, pueda ayudarle a aceptarse a sí mismo.

Sus escenas son crudas, honestas y sensuales y todo gracias a la gran química entre Scott y Mescal.