Desmenuzar los presupuestos provoca sorpresas
Pasa el tiempo, la digitalización es una obsesión obsoleta, las estadísticas siguen sin decir ni verdad ni mentira y los presupuestos se arman y desarman por criterios de utilidad administrativa. El Instituto Nacional español de las Artes Escénicas y de la Música tienen en sus unidades de administración y producción más de mil funcionarios directos. En todas las estructuras públicas dedicadas a la cultura, sean de titularidad estatal, autonómica, provincial o municipal, el capítulo uno, el de los salarios y gastos sociales acostumbra a ser el más elevado. Eso quiere decir que cuando algún responsable político de esas unidades habla de la cantidad destinada, por ejemplo, a las artes escénicas, en demasiadas ocasiones engloba todo, tanto los gastos corrientes, como las inversiones en producciones o exhibición. El porcentaje de esos presupuestos que llegan a la ciudadanía en forma de obra de teatro, sinfonía o ballet es mínimo, lo gordo se va en mantener unas estructuras que deben estar muy justificadas, pero que a veces dan ganas de pedir una revisión exhaustiva para saber si hay descompensaciones. Es por lo que, desmenuzar los presupuestos nos lleva a descubrir lugares incomprensibles en el organigrama, a departamentos casi desconocidos, funciones que no se compadecen con este siglo.
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