Raimundo FITERO
DE REOJO

Los cuentos de las cuentas

En tiempos remotos se idearon métodos aceptados por todas las partes para contar el número de asistentes a las manifestaciones. Hoy hay sistemas, aplicaciones, herramientas suficientes para que cada medición no sea un acto de contradicciones, sino un recuento efectivo con un margen de error sensato. Pues nada, cada día, cada manifestación, concentración o evento sufre del efecto del ojo del dueño que siempre engorda al caballo que va a vender. La aritmética, la espacialidad, los cuerpos y el tiempo convertidos en elementos de subjetividad partidista o ideológica.

Sea cual sea el número exacto, con bajada o subida, la movilización del 8M fue un éxito sin matices. Hasta si hubo dos ramas en la concentración, esa diversidad, es un signo positivo. El feminismo es algo vivo, en evolución, y como todo en las ciencias sociales y políticas, las interiorizaciones de lo posible es lo que define a cada ideación de lo excelente. Lo que no es de recibo es que se creen trincheras entre unas y otras, porque lo que hoy, para algunas, no es aceptable, no se comprende o se coloca en un territorio demasiado avanzado, mañana puede ser lo normal. Y viceversa, quienes hoy están convencidas en el abolicionismo, mañana pueden comprender mejor algunas circunstancias eximentes.

Lo obvio es que es un movimiento imparable y que las reacciones absurdas e infantiloides de marcado carácter retrógrado cada vez parecen más excepciones que siendo profundamente maliciosas, pueden quedarse en remedos, en nada. Ahí nos encontraremos la inmensa mayoría para combatir cualquier atisbo de paso atrás.