JAIME IGLESIAS
Entrevue
Clara Bilbao
Cineasta

«El humor es, a veces, el único camino para enfrentarte a cosas importantes»

Nacida en Bilbo, en 1971, cuenta con una prolija trayectoria como figurinista y diseñadora de vestuario, labor que le ha hecho ganar tres Goyas por “Blackthorn”, “Nadie quiere la noche” y “La sombra de la ley”. Ahora debuta como directora con “Tratamos demasiado bien a las mujeres”, que llega a las salas tras su paso por el Festival de Málaga.

(Álex ZEA | FESTIVAL DE MÁLAGA)

 

Su carácter insólito, transgresor y absolutamente libérrimo hacen que la película “Tratamos demasiado bien a las mujeres”, ópera prima de Clara Bilbao y que acaba de llegar a la cartelera, sea una película difícil de definir. La directora bilbotarra es perfectamente consciente de que su filme va a despertar adhesiones y rechazo a partes iguales, pero ella dice confiar en la inteligencia del público.

No sé cómo llegó a esta película o si fue la película la que le llegó a usted. En todo caso, ¿qué le llevó a lanzarse a esta aventura?

La idea de que yo haga esta película parte del guionista Miguel Barros, con quien tengo una relación muy estrecha. Él escribió las dos películas que me hicieron ganar el Goya al mejor diseño de vestuario y, a estas alturas, somos ya compañeros de la vida. Cuando él empezó con este guion, hace siete años, coincidió con que yo acababa de dirigir un corto y, al verlo, Miguel me dijo: “Si algún día consigo vender esta historia quiero que seas tú quien la ruede”. A partir de ahí, le enseñé el guion a Carmen Machi, que se mostró entusiasmada, y cuando conseguimos armar la financiación nos lanzamos a la aventura.

¿Conocía la novela de Raymond Queneau en la que está basada la película? Se lo pregunto porque el título de la misma es irónico pero, en un momento como el actual donde la ironía cotiza a la baja y sin esa referencia a la novela de Queneau, igual a más de uno le puede provocar rechazo un filme con ese título.

La novela tiene premisas parecidas, pero Miguel la ha adaptado a nuestra idiosincrasia histórica e ideológica y, sí, la leí mientras él desarrollaba el guion. Puede que, efectivamente, el título de la película no se entienda bien del todo, pero eso responde a que tenemos la piel demasiado fina y nos dejamos guiar demasiado a menudo por las corrientes de pensamiento dominantes y la cultura de lo políticamente correcto. Creo que ha llegado el momento de sobrepasar ese escenario, de profundizar más en las ideas y de pensar más en lo que uno ve y escucha antes de lanzarse a opinar. El título de esta película refleja esa condescendencia tan masculina a la hora de percibir a las mujeres, y en esa condescendencia también hay machismo. Se trata pues de un título irónico para una historia narrada en clave feminista.

Otro elemento de controversia viene dado por el hecho de ambientar la acción de la película durante los años de posguerra, durante la lucha del Maquis en el Pirineo. ¿Hasta qué punto es arriesgado hacer una comedia sobre ese trasfondo?

Esta película, en sí misma, es bastante arriesgada, y entendemos que habrá gente dispuesta a entender y a disfrutar una propuesta de esta naturaleza y mucha otra gente para la que resulta inconcebible abordar una realidad trágica desde la comedia, y lo respeto. Yo creo que para enfrentarte a una película como la nuestra es importante tener la mente muy abierta y comprender que el humor es, a veces, el único camino para enfrentarte a las cosas importantes.

¿Pero cree que estamos preparados para frivolizar aquellos años tan duros?

Yo tengo fe en la inteligencia del público pero, como te digo, asumo que a muchos espectadores les va a parecer mal nuestra apuesta lo mismo que, a muchas mujeres, el personaje de Carmen Machi seguramente les parezca demasiado odioso. Habrá quien diga incluso que a través de él dejamos bastante mal paradas a las mujeres. Pero yo creo que nuestra película es todo lo contrario. Creo que es una película abiertamente feminista que habla de una faceta del machismo de la que no solemos hablar habitualmente, como es la del paternalismo y la condescendencia.

Es que el personaje de Carmen Machi es problemático en la medida que trasciende el cliché: la presunta mujer ultrajada es una fascista de tomo y lomo, una representación del mal, mientras que los potenciales agresores son unos antifascistas que en su intimidad demuestran un discurso y unos valores bastantes reaccionarios.

Totalmente. Esta no es una película de buenos y malos, aunque creo que eso no es óbice para que resulte incuestionable mi posicionamiento como directora. Pero sí, la protagonista es una mujer y es también una fascista, alguien que lejos de tener que sobreponerse a ningún drama toma la iniciativa y que con sus decisiones y acciones condiciona la suerte de todos los demás. Abordar un personaje así huyendo de la condescendencia me parece bastante feminista.

Pero, ¿no teme que esa voluntad por trascender el cliché genere una lectura en clave ideológica de la película justamente en sentido contrario al que se pretende?

Puede ser, porque todos cargamos a la espalda con una mochila ideológica que luego hace que nos cueste mucho salirnos de ciertas ideas preconcebidas. Pero yo creo que las películas se hacen justamente para eso, para discutir el tópico y el lugar común, para intentar enseñar el mundo de otra manera.

El reparto de la película también está hecho un poco a la contra. Cuéntenos por qué decidió contar con Machi para un papel así, tan perverso e inmoral.

Pues porque es una actriz con un talento y con una inteligencia tan acusados que eso la permitía trabajar fuera de su registro habitual. Ella estaba muy convencida del papel, quizá porque yo también lo estaba, y cuando a un actor le demuestras esa confianza y esa convicción es relativamente sencillo que acepte lo que le propones y se lance a la aventura contigo.

¿Fue así como consiguió un reparto lleno de grandes nombres?

Pues un poco sí, porque cuando tú invitas a los actores a transitar por registros desconocidos para ellos, eso al final siempre suma, le da un valor añadido a la historia. Al final el motor de todo ha sido el guion, es tan potente que cuando se lo hicimos llegar a cada uno de ellos, pocos fueron los que dudaron en participar en el proyecto, aunque alguno sí que se mostró perplejo y me dijo: ‘‘¿De verdad quieres que haga este papel?’’. Pero luego, el rodaje fue muy motivador para todos. Los actores están siempre deseando hacer cosas diferentes. Es una profesión muy dura como para estar siempre repitiendo los mismos roles.

Volviendo a la protagonista femenina, según avanza la película el personaje va adquiriendo categoría de alegoría hasta llegar a ese final que linda con el género fantástico. ¿Reme representa el mal en su estado más puro?

Sí, bueno, esa era un poco la idea. Ella al final despliega sus alas porque es la encarnación de ese águila negra franquista, es el súmmum de la ignominia, una vez empieza a hacer el mal ya no para. Entonces necesitábamos una imagen muy potente que condensara esa idea y he de decir que a mí particularmente me gusta ese giro final que trasciende el carácter naturalista del relato y le da a nuestra película un aire como de cine de terror.

¿Cómo se sintió en esta primera aventura como directora? ¿No padeció nunca el «síndrome de la impostora»? Se lo pregunto porque si un guionista o actor hace una película como director se asume como algo normal, pero a aquellos que procedéis desde otros ámbitos siempre se os mira con sospecha.

Tienes toda la razón, esos prejuicios existen. Pero en lo personal llevo treinta años haciendo películas, con lo cual un rodaje es un terreno conocido para mí, lo mismo que el tratar con los actores. Y por otra parte tenía tan visualizada la película y la hemos tenido que rodar tan rápido que casi no me ha dado tiempo a reflexionar sobre ese cambio de estatus. Impostora me sentí en Málaga, compitiendo con todos esos cineastas (risas). En todo caso, tampoco es que me considere directora, porque hacer esta película ha sido algo circunstancial y sé que mi carrera no va a seguir por ahí. Solo si diera con una historia tan fascinante como esta volvería a aventurarme en la dirección.