Raimundo FITERO
DE REOJO

Pesadillas y peladillas

Seguiría sin ningún rubor por quesadillas, sentadillas, pero acotando lo de las peladillas y extendiendo mi declive cacofónico por las pesadillas. Probablemente me equivoque de manera rotunda: no son pesadillas, son avisos o anuncios de amenazas en diferido. No soporto a ciertos comunicadores. Es una fobia cutánea, un desequilibrio gástrico. Y no voy a mencionar a ninguno, ni a ninguna, ni la cadena o medio en la que insisten en convertir mi relación con la información en una trifulca interna. Puede más mi fobia contra el mensajero que el mensaje en sí mismo, sea el que fuere, aunque, normalmente, esos paquetes tóxicos que reparten son muy compartidos y nunca van a favor de la exposición de los hechos, sino del análisis de los no hechos, es decir, forman parte de un relato tendencioso, no de una noticia.

Así que me quedo con las peladillas que se repartían en los bautizos pero que metafóricamente se puede considerar a esos informes que aparecen cada día en diferentes medios y de diferente procedencia en donde nos avisan de las diez frutas que nos ayudan a cuidar la diabetes, de las diez calles más destacadas del universo o de la influencia de los rayos gama en el color de las margaritas, en sus dos acepciones, flores y bebida refrescante. Dicho sea de paso, nunca he visto a un cerdo, de ninguna de las tendencias genéticas más buscadas, ni comiendo ni bebiendo margaritas, por lo que el poeta que nos señaló que no era oportuno darles a los porcinos ni ramos, ni combinados porque no apreciarían el mensaje. Este dicho popular se percibe hoy como una metáfora política.